por Hugo Jara Goldenberg
Un extracto de esta reseña fue publidada en el diario El Sur, el 3 de mayo de 2015.
Cuando se piensa en la ciencia como en la búsqueda de la
comprensión del Universo, libre de todo dogma o fundamentalismo, parece natural
imaginarla como una actividad prístina, ajena a todas las mezquinas
preocupaciones mundanas. Incluso Albert Einstein decía que la ciencia "es
una empresa sin fronteras e independiente de cualquier credo o país".
Sin embargo, por ser la ciencia una creación cultural, resulta
inevitable que se contamine con las bajezas que con frecuencia surgen de la
condición humana. Esta situación se
puede producir, por ejemplo, cuando los científicos se ven atrapados en
regímenes totalitarios y deben someter su actuar profesional a intereses ajenos
al ideal de una investigación al servicio de la humanidad.
Un caso palpable de esta subyugación de la ciencia al poder
político dictatorial se dio en Alemania durante la época del nazismo (1933-1945),
y de ella nos cuenta el químico y Doctor en Física Philip Ball, en el libro
titulado "Al servicio del Reich, La física en los tiempos de Hitler",
Editorial Turner Noema (2014).
En un relato ameno y muy bien documentado, se muestra cómo se
desarrolló la intervención del poder político-militar nazi en el quehacer del
mundo científico, que en aquella época era pionero a nivel mundial, ya que
basta con recordar que durante los primeros 30 años de entrega de los premios
Nobel, que se empezaron a otorgar en año 1901, lo ganaron 25 científicos
alemanes, principalmente en física y química.
La trama de la obra se centra en tres personajes, se trata de
los científicos, Max Planck (Nobel de Física 1918), Werner Heisenberg (Nobel de
Física 1932) y el holandés formado académicamente en Alemania, Peter Debye
(Nobel de Química 1936), todos ellos de innegable valía intelectual e incluidos
entre los padres de la ciencia del siglo XX. Pero de los cuales, a la luz de
estudios recientes, se ha comenzado a cuestionar su actuar frente a las
autoridades políticas de la época, al considerarse que si bien posiblemente no
simpatizaban con el nazismo, no hicieron mucho por oponerse a sus excesos, escudándose en la supuesta neutralidad de la
ciencia.
Aunque juzgarlos a posteriori parece improcedente, el autor
insiste en que es necesario analizar el rol que jugaron estos científicos, y
otros personajes, en el apoyo directo a
la consolidación del estado nazi, y la pasividad mostrada ante las políticas de
persecución racial, que llevó a la muerte a muchos de sus colegas de origen judío, y obligó a otros a huir de Alemania, como fue el caso de Albert
Einstein y la física austríaca Lise Meitner, entre tanto otros.
En el prólogo del libro, el autor señala que estos tres
personajes claramente no fueron héroes, pero tampoco fueron villanos. Como
muchos otros ciudadanos alemanes, se vieron obligados a sobrevivir en período
difícil y peligroso y "cada uno se preocupó de preservar hasta donde fuese
posible su propia carrera, autonomía e influencia",
Con éste, su último libro, Philip Ball logra el objetivo de desmitificar la idea de
que la ciencia es apolítica, y nos confirma que al igual que todo producto cultural,
inevitablemente la actividad científica será permeable a los intereses
políticos, económicos y militares que la rodeen.
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