17 de junio de 2007

Encyclopédie, el triunfo de la razón

Quién puede dudar de la utilidad de una enciclopedia, estas obras voluminosas están, junto con los diccionarios, entre los textos más consultados en cualquier biblioteca. Pero, aunque existen de las más diversas temáticas, en propiedad ese nombre está reservado a aquellas que compilan todo el conocimiento y el saber racional de la humanidad.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 17 de junio de 2007.

Desde tiempos remotos, muchos sabios se enfrentaron a la tarea de recopilar el saber de su época, quizá desde la invención misma de la escritura. Basta con recordar a Plinio el Viejo, que en el siglo I a. de C., escribió una Historia Natural; también Leonardo da Vinci soñó con un tratado que incluyera todo el conocimiento que acumuló en su vida, idea que desafortunadamente no pudo concretar. No obstante, y a pesar de los muchos intentos, será necesario esperar hasta el advenimiento de los tiempos modernos para que la enciclopedia adquiera la forma como la conocemos actualmente.

Así, a partir del siglo XVIII comienzan a desarrollarse proyectos de esta naturaleza en diferentes países. Sin embargo, es aquella escrita por un destacado grupo de eruditos franceses la que es reconocida como la enciclopedia por excelencia, a pesar de no haber sido la primera, ni la más completa. Las especiales circunstancias sociales y culturales en las cuales se gestó el plan editorial galo, lo envuelven en un manto inmaculado de idealización intelectual, esto a pesar de que como toda obra humana no estuvo ajena a múltiples, e inevitables, vicisitudes, desencuentros e incluso tragedias personales. Y una excelente oportunidad para conocer detalles ignorados de esta aventura del conocimiento, lo constituye la lectura del ensayo “Encyclopédie, El triunfo de la razón en tiempos irracionales” (Editorial Anagrama, 2007) de Philipp Blom.

Una extensa introducción, nos pone al tanto de los innumerables proyectos enciclopédicos que se estaban gestando en diferentes lugares, sin duda un reflejo de los profundos cambios políticos, económicos y culturales que experimentaba la sociedad europea de la época. En Inglaterra, el periodista Ephraim Chambers, edita una compilación de temas diversos, con entradas ordenadas alfabéticamente y complementadas con ilustraciones, le tituló “Diccionario Universal de Artes y Ciencias”. Su éxito fue inmediato y en París un grupo de jóvenes librepensadores se impone la tarea de llevarla al francés.

Sin embargo, a poco de empezar, el proyecto de traducción toma otro rumbo. Se escribirá una nueva enciclopedia, será una obra monumental, única en el mundo y depositaría de los ideales de la Ilustración. Este movimiento intelectual, que pregonaba el racionalismo y la tolerancia, a duras penas lograba abrirse espacio en una sociedad que aún era dominada por estructuras de poder absolutistas y por los dogmas religiosos. Quienes se comprometen con esta aventura editorial, no puede evitar percibirla como un medio para confrontar al poder establecido. Por su parte, las autoridades advierten en esta iniciativa el germen de la subversión y la enfrentarán con el máximo rigor.

Rigurosa y entretenida

Es a partir de este momento que, llevados por la pluma de Philipp Blom, accederemos a detalles desconocidos de esa gesta del conocimiento. La historia se hilvana siguiendo el actuar de los protagonistas, la mayoría de ellos, reconocidos filósofos y pensadores que dejaron una profunda huella en el desarrollo de la civilización.

A quien más espacio se dedica, es a Denis Diderot, el editor jefe, quien se compromete en tal grado con la empresa, que se transforma en la principal víctima de la persecución de las autoridades, debiendo incluso pasar algún tiempo en prisión. Pero aun privado de libertad, se las ingenia para continuar redactando entradas para la enciclopedia. Utiliza como papel las orillas de hojas ya usadas; su pluma es un mondadientes e improvisa la tinta con vino y hollín.

Lo acompañan en la aventura, compartiendo penurias y riesgos, personajes famosos como los filósofos Jean-Jacques Rousseau y Voltaire, el matemático Jean D’Alembert, el médico Louis de Jaucourt, el dibujante e ilustrador Goussier entre muchos otros. También colaboraron cientos de personajes anónimos. El trabajo mancomunado rinde frutos y lentamente la obra va tomando cuerpo. Finalmente, después de veinte años de esfuerzo y sacrificios inimaginables, la enciclopedia está terminada. Se trata de una obra de 17 tomos que incluía 72.000 entradas en 16.500 páginas profusamente ilustradas.

El autor de este ensayo es historiador, pero también novelista. Y esa veta literaria se nota, ya que su relato resulta diáfano y envolvente, transportando al lector en el tiempo y transformándolo en un testigo privilegiado del entorno de la época y de los personajes en estudio. La lectura de la historia de la Enciclopedia de Diderot, nos permitirá conocer de manera entretenida, pero sin renunciar al rigor de un trabajo académico, una de las mayores hazañas intelectuales de todos los tiempos.

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