1 de septiembre de 2006

Mozartmanía 2006 (19 febrero 2006)

El 27 de enero pasado se cumplieron 250 años del nacimiento de Wolfgang Amadeus Mozart, a juicio de muchos el mayor genio musical de todos los tiempos.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 19 de febrero de 2006.

Dada la costumbre de nuestra sociedad de cerebrar de manera especial a ciertos personajes o acontecimientos históricos cuando se conmemora algún aniversario significativo, no cabe duda que la programación cultural de este año incluirá múltiples homenajes al genio de Salzburgo: conciertos, artículos de prensa, nuevas ediciones de sus composiciones y programas de televisión, darán lugar a una mozartmanía, similar a la que ocurrió en el año 1991, cuando se recordaron los 200 años de su muerte.

Coincidiendo con la conmemoración de su nacimiento, se ha lanzado la reedición de una de las biografías mejor lograda del músico, “Mozart” (Ediciones B, 2006) escrita por el académico francés Marcel Brion. Se trata de una obra que nos presenta al genio desde una perspectiva especialmente humana y cotidiana. Recorriendo las páginas del libro nos percatamos de una serie de hechos que echan por tierra muchos mitos que se han tejido en torno a Mozart, a quien muchos imaginan como un personaje excéntrico que, junto a su genialidad musical, tenía un comportamiento vulgar y una risa extravagante. A esta imagen ha contribuido, en gran medida, la película Amadeus (1984) del director Milos Forman, la cual ayudó a transformar a Mozart en una figura de los medios de comunicación.

El relato se inicia con una reseña de la vida de Leopold Mozart, el padre de nuestro personaje, quien también fue un destacado músico y que tuvo una influencia muy importante en la vida del genio. A menudo se ve a Leopold como un padre abusivo que se aprovechó del talento de su hijo para obtener beneficios económicos, sin embargo su autoridad severa fue determinante en la formación del pequeño Wolfgang, a quien su genialidad privó del goce de una niñez plácida y reposada. A partir de los seis años inició una serie de viajes que lo llevaron a visitar las principales cortes europeas, maravillando con sus dotes musicales a quienes le escuchaban. Esto le significó someterse a un régimen de vida intenso, con múltiples compromisos artísticos y a largas jornadas de estudio. Según los especialistas es altamente probable que esa niñez perdida condicionó su personalidad de adulto, caracterizada por una inmadurez que lo hacía comportarse, muchas veces, de manera infantil y arrogante.

Al crecer, y dejar de ser un niño prodigio, debe enfrentar una serie de inconvenientes, los que supera con su temperamento rebelde e impetuoso. Se libera de la tutela de su padre y decide abrirse camino en la vida como compositor. Se instala en Viena en donde contrae matrimonio con Constanza Weber, pese a la férrea oposición de su familia. Consciente de su talento, continúa componiendo obras de todos los géneros. Sinfonías, conciertos, cuartetos, óperas, misas y sonatas se suceden a un ritmo vertiginoso consolidando su fama y despertando la envidia de quienes no comprenden cómo un ser humano puede producir, a raudales, una música tan bella y perfecta. Su inspiración parece de origen divino.

Sin embargo, su vida no resulta fácil, continuos vaivenes económicos lo hacen pasar apremios inimaginables que, poco a poco, van minando su precaria salud. Debilitado por innumerables enfermedades muere el 5 de diciembre de 1791, tenía sólo 35 años de edad. Dada su situación económica fue sepultado como indigente y en el día de su funeral, el clima era tan inclemente, que lo acompañaron al cementerio sólo los sepultureros.

Marcel Brion, el autor de este libro, es un afamado ensayista, novelista y biógrafo, quien a través de una prosa ágil y envolvente, transporta al lector en el tiempo, transformándolo en un observador privilegiado del entorno social, cultural y político de la época y de los personajes en estudio. En el caso de la biografía de Mozart, no podemos evitar sentir el ambiente de la Europa del siglo XVIII, con la magnificencia de sus palacios y sus cortes principescas. Seremos testigos de cómo el destino eligió a Salzburgo, la más bella de las ciudades barrocas y el paraíso de la música, como la cuna de Wolfgang Amadeus Mozart, un genio inmortal, cuya obra, diáfana y cristalina, que pareciera ser de otro mundo, nos invita a la reflexión más profunda.

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