31 de diciembre de 2006

Las raíces del mal en la historia del Hombre

El ser humano es una criatura paradójica y compleja, que alberga en su individualidad la capacidad de hacer bien, pero que al mismo tiempo es propenso a cometer actos de maldad. Las razones que explican esta dualidad constituyen un tema de permanente actualidad.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 31 de diciembre de 2006.
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En cada uno de nosotros subyace una faceta benigna, desde donde surgen los ideales asociados a la bondad y un lado oscuro, de naturaleza opuesta, que justifica los actos violentos e injustos. Esta dualidad parece ser propia de la naturaleza humana y resulta curioso que, sin darnos cuenta, pasamos por la vida equilibrando, cada uno a su manera, estos polos opuestos que constituyen el bien y el mal.

Estos conceptos antagónicos han sido estudiados en profundidad desde diferentes puntos de vista. Así, tanto la filosofía como la psicología y por supuesto la religión, han aportado lo suyo en el intento de encontrar sentido a ese actuar complejo y contradictorio. Y aunque existen definiciones formales para el bien y el mal, finalmente tanto su interpretación individual, como el límite que los separa, es subjetivo y difuso.

Por otra parte, la mayoría de los seres humanos tiende a pensar que la práctica del mal es una conducta que sólo ejercen los demás. En lo profundo de su individualidad, cada uno de nosotros justifica su actuar cotidiano y tranquiliza su conciencia auto convenciéndose de transitar por la vida en la vereda del “bien”.

Motivación, daño, exceso

Pero, ¿qué es en definitiva el “mal”?, ¿es posible aspirar a una definición objetiva de un concepto que, de manera inevitable, arrastra una fuerte carga peyorativa? Grandes pensadores como Platón, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Leibniz, Spinoza, Kant y Freud, en su momento se preguntaron por la causa del mal. Y a la misma tarea, pero apostando por una interpretación renovada, se abocó el filósofo y escritor John Kekes, quien recientemente ha publicado el libro “Las raíces del mal” (Editorial El Ateneo, 2006).

El autor inicia su obra señalando que “el mal es un problema moral, tal vez el problema moral más básico y más serio, y que constituye una amenaza permanente para el bienestar humano”. Ante la pregunta específica ¿qué es el mal?, explica y define las condiciones que se deben cumplir para estar en presencia de un acto malvado. Kakes señala en primer lugar, que el mal sólo tiene sentido cuando el daño que acarrea es provocado por seres humanos en contra de sus semejantes. También es interesante la explicación que “la maldad de una acción consiste en la combinación de tres componentes: la motivación malévola de los hacedores del mal; el daño serio y excesivo causado por las acciones, y la falta de una excusa moralmente aceptable para ellas”. Estas tres condiciones deben estar necesariamente presentes para atribuir a una acción la calificación de “malvada”.

Un poco de luz

El autor analiza en forma detallada seis episodios históricos en donde se presentaron las condiciones que configuran los actos de maldad. Se repasan los antecedentes de la cruzada albigense emprendida por el Papa Inocencio III en contra de los cátaros (siglo XIII); la fase del terror de la Revolución francesa, a manos de Robespierre; los campos de concentración de la Alemania nazi; los asesinatos colectivos cometidos por el clan Manson en California; el terrorismo de Estado y la represión ejercida por la dictadura militar argentina en la “guerra sucia” de la década del 70 y por último, la vida del criminal norteamericano John Allen.

Aunque todos los ejemplos corresponden a casos evidentes de maldad, el contexto histórico en que se desarrollaron y las motivaciones y actitudes de los protagonistas fueron tan diferentes que no es fácil encontrar un elemento integrador. A esa búsqueda el autor dedica una buena parte de la obra, y después de analizar y correlacionar todos estos casos de inhumanidad extrema, llega a una conclusión que, aunque discutible, intenta hacer luz sobre la oscura naturaleza del mal.

En la última parte del libro, el autor se arriesga en una teoría personal que intenta dar con las razones por las cuales las personas son propensas a hacer el mal, partiendo del supuesto de que las interpretaciones tradicionales son incompletas o inadecuadas. Las conclusiones a las que llega Kekes, junto con explicar de manera convincente las causas del mal, nos obligan a asumir que esas razones residen en nosotros mismos. Y por el hecho de ser parte de nuestra naturaleza, debemos aceptar que la maldad estará siempre ahí, al acecho, en espera que las motivaciones humanas o los avatares de la vida le den la oportunidad de manifestarse.

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