2 de octubre de 2006

El hereje impenitente (21 mayo 2006)

Giordano Bruno es un personaje famoso atípico, ya que aunque es evocado y admirado por muchos, resulta ser un perfecto desconocido para la gran mayoría. Y aun entre quienes creen saber de él, el recuerdo de su obra no es siempre entendido adecuadamente. Por sostener ideas como la infinitud del universo fue quemado en la hoguera en las postrimerías del Renacimiento.


Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 21 de mayo de 2006.

Por cuestionar algunos dogmas de la Iglesia y sostener ideas tan radicales para su época, como que: “el espacio y el universo son infinitos; existe una infinidad de mundos análogos al nuestro; y estos innumerables mundos están habitados”, el Santo Oficio romano condenó a Giordano Bruno a muerte. La sentencia se cumplió en el mes de febrero del año 1600, cuando fue quemado vivo en el Campo dei Fiori, lugar que es ahora una plaza característica de Roma, y en donde una estatua recuerda su nombre y también su martirio.

Las especiales circunstancias que determinaron la vida de este intelectual y su cruel final, lo transformaron rápidamente, a ojos de muchos, en un mártir de la causa de la libertad de pensamiento. Pero además, el que su muerte ocurriera en los albores del siglo XVII, envolvió a su suplicio de un significado que nunca imaginaron, ni Giordano ni tampoco sus verdugos. Con la nueva centuria irrumpía también la ciencia, que con su renovada forma de entender al mundo reclamaba su lugar en la búsqueda del conocimiento; pero desplazar a los dogmas religiosos que durante siglos habían gozado de la prerrogativa del saber, no era una tarea fácil. En este escenario, la terrible muerte de Bruno se transformó en un hito que representó el punto de inflexión entre el fin definitivo de la época de oscurantismo y el advenimiento de una nueva Era, pletórica en promesas de un mundo mejor, libre de prejuicios y de intolerancia.

Giordano Bruno nació en el año 1548 en Nola, un poblado ubicado cerca de Nápoles. A los quince años ingresó a un monasterio Domínico, para cumplir con su anhelo de seguir la carrera religiosa. Sin embargo, a poco de ordenarse como sacerdote, entró en conflicto con sus superiores. Sus especiales dotes intelectuales lo llevan primero a cuestionar algunos dogmas del catolicismo y después a poner de manifiesto las incongruencias de la cosmovisión aristotélica, aceptada por la Iglesia. Los Superiores de la Orden lo acusaron de herejía, pero Bruno no quiso enfrentar a la Inquisición y huyó. Esto le significó ser excomulgado en ausencia, y estar condenando a huir permanentemente.

Primero busca protección en el mundo protestante, vive algún tiempo en Ginebra y posteriormente viaja por las principales ciudades del norte europeo. Así, Marburgo, Wittenberg, Francfort, Praga, Zurich y Londres lo ven recorrer sus calles, enseñar en sus Universidades y publicar una treintena de libros. Pero en cada lugar permanece poco tiempo, ya que su carácter y su intelecto lo hacen entrar en permanente conflicto con sus anfitriones

Ciudadano multifacético

A Giordano Bruno se le recuerda como a un hombre de intereses múltiples, ávido por conocer y explorar todo lo que lo rodea. No sólo cultivó la filosofía tradicional, también estudió en profundidad la tradición hermética, y soñaba con una reinterpretación de las doctrinas religiosas que unieran las enseñanzas de cristo con el mensaje de otros grandes profetas y magos de los pueblos pre cristianos. En el plano de la ciencia, se sabe que tuvo contacto con algunos científicos de su época, e incluso compartió labores de docencia con Galileo Galilei en la Universidad de Padua. Conoció la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico y se transformó en uno de sus principales defensores, aunque la interpretó de una manera diferente, a fin de adecuarla a su propio modelo cosmológico.

A pesar de que la vida de Giordano es bien conocida, hay un lapso de ella que durante mucho tiempo ha estado oculto en una nebulosa, y que corresponde a los últimos años de su existencia. Afortunadamente la recuperación de muchos documentos desde los archivos vaticanos ha permitido hacer luz sobre ese importante período, cuyo conocimiento puede resultar clave para entender adecuadamente las causas que llevaron a nuestro personaje a su trágico final.

A partir de esta información, el escritor británico Michael White, un reconocido biógrafo, ha escrito el libro “Giordano Bruno, el hereje impenitente” (Ediciones B), a través de cuyo texto podemos enterarnos de lo que sucedió en los casi ocho años que duró el juicio que acabó llevándolo a la muerte. El autor inicia su relato explicando las circunstancias que permitieron la recuperación de los manuscritos perdidos, y a continuación nos sumerge en el mundo Bruniano, acompañándonos en un recorrido cronológico por los hitos más importantes de su vida, hasta llegar al momento en que, inexplicablemente decide abandonar la seguridad de Francfort y aceptar una invitación para visitar Venecia.

La Inquisición, que no ha olvidado las faltas del monje hereje, consigue su captura. Se inicia entonces el extenso juicio, a cuyos pormenores podemos acceder, enterándonos tanto de los procedimientos legales, como así también del intercambio de argumentos entre el filósofo y los Cardenales que lo juzgan. Por último seremos testigos de cómo Giordano Bruno, uno de los intelectuales más brillantes de su época, se enfrentó al poder de la Iglesia con entereza. Se le sometió a torturas para que renegara de sus pensamientos y creencias, pero aún en las circunstancias más desfavorables nunca traicionó sus ideales, e incluso en el momento de asumir su destino, tuvo el valor de exclamar: ”El miedo que sentís al imponerme esta sentencia tal vez sea mayor que el que siento yo al aceptarla”.

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