2 de octubre de 2006

El terrible ciclo de las grandes pestes (2 abril 2006)

Cada día vemos en las noticias que la gripe aviar se acerca a nuestro continente, y luego a nuestro país, y que no hay barreras que puedan detenerla. Tendemos a asustarnos, porque creemos que puede transformarse en una pandemia catastrófica, y ese temor se reafirma por el recuerdo de que antes, en numerosas oportunidades, la humanidad ha sufrido devastaciones similares.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 2 de abril de 2006.


La especie humana puede sentirse satisfecha, después de un largo camino evolutivo ha consolidado su dominio sobre el planeta. Mediante el desarrollo de la ciencia y la tecnología hemos alcanzado logros, inimaginables para generaciones anteriores, que han mejorado nuestro confort material e incrementado sustancialmente nuestra calidad de vida.

Sin embargo, muchas veces, la realidad nos alerta con fenómenos que nos recuerdan nuestra condición frágil y efímera. A pesar de todo nuestro progreso y poder indiscutido sobre lo que nos rodea, seguimos sujetos a los caprichos de esa naturaleza inquieta a la que creemos dominar. Fenómenos como el cambio del clima, períodos glaciales, megaterremotos, radiación estelar o colisiones cósmicas podrían poner en jaque a nuestra civilización, comprometiendo incluso la supervivencia de la especie humana.

Pero existen también otras amenazas, más cercanas y cotidianas, si se quiere, pero que pueden resultar tan mortíferas como las anteriores: las enfermedades contagiosas, las cuales bajo la forma de pestes han acompañado a la humanidad desde sus inicios, determinando o condicionando, incluso, el curso de la historia.

Tratando este interesante tema, se ha publicado el libro “Grandes pestes de la Historia” (Editorial El Ateneo, 2005), de los autores Frederick Cartwright, médico y Michael Viddiss, historiador, quienes desde sus respectivas especialidades nos muestran el alcance e implicaciones que han tenido para el ser humano estas enfermedades contagiosas, que con aterradora frecuencia, se han dejado caer sobre la población, con toda su carga de dolor y muerte. Lo interesante de esta obra es el enfoque multidisciplinario desde el cual se estudian estas pandemias. El médico y el historiador, mediante un proceso sinergético, nos entregan una obra única, tanto por la forma novedosa como se trata el asunto de las enfermedades, como por su permanente actualidad.

A través de un relato ameno, se muestra la estrecha relación que ha existido, desde épocas muy remotas, entre la humanidad y las enfermedades. Muchas civilizaciones antiguas sufrieron el rigor de pestes, que sin lugar a duda, contribuyeron a su debilitamiento y posterior ocaso. Durante la Edad Media, la muerte negra asoló a Europa, acabando con casi un cuarto de su población. La viruela y otras enfermedades inexistentes en América resultaron ser un aliado impensado para los conquistadores, que gracias a ellas acabaron con las grandes civilizaciones pre-hispánicas. Aunque los autores dejan en claro que es absurdo pretender que las enfermedades son las únicas condicionantes del curso de la historia, no deja de ser interesante el juego de hipótesis que se hace con enfermedades, como la sífilis o la hemofilia; y de enfermos famosos, como reyes y gobernantes, que las sufrieron. ¿Qué hubiese sucedido si Enrique VIII hubiese tenido el hijo varón que buscaba?, ¿O si la familia imperial rusa no hubiese sufrido esa enfermedad hereditaria, que contribuyó a la caída de la monarquía?

Hacia los 9 mil millones

Llama la atención, también, la forma como se analiza el comportamiento de las multitudes, ante la presencia de episodios que significan una amenaza mortal para la comunidad. El ser humano, a causa de su naturaleza gregaria, tiende a imitar la conducta de sus semejantes, lo cual genera episodios de histeria colectiva; conductas que contribuyen a generar situaciones de caos y desorden social que magnifican el daño causado por las enfermedades. Es tan impredecible y caótico el comportamiento de las masas, que basta con recordar la experiencia que significó para nosotros el falso tsunami del año 2005, cuando miles de personas, despavoridas, huyeron de sus hogares ante la alarma de un posible maremoto, para imaginar la forma como reaccionaba la población azotada por las grandes pestes del pasado.


Con el avance de la ciencia médica podría pensarse que el riesgo de enfermedades contagiosas, que comprometan de manera importante la salud de población, ya no existe. Sin embargo, la aparición de epidemias como el Sida, el Sars (síndrome respiratorio severo y agudo) y lo que pueda suceder con la gripe aviar, nos advierten que no debemos sentirnos tan seguros. Por otra parte, el crecimiento exponencial de la población permite estimar que hacia mediados del siglo XXI, existirán 9000 millones de seres humanos, las condiciones ambientales del planeta, con altas tasas de contaminación, disminución de la capa de ozono, creciente escasez de agua dulce, concentración de la población en las regiones más pobres del globo y la latencia de males endémicos como la tuberculosis y el cólera, permiten prever que la amenaza de pandemias, cuan una moderna espada de Démocles, seguirá acompañando a la humanidad a pesar del vertiginoso avance de la civilización.

No hay comentarios.: