24 de diciembre de 2006

Ciencia y literatura de Carl Sagan (24 diciembre 2006)

El pasado 20 de diciembre se cumplieron 10 años de la muerte del recordado astrónomo y escritor norteamericano que dedicó su vida a transmitir el conocimiento científico al ciudadano común. Para cumplir su objetivo recurrió a todos los medios de difusión disponibles, pero es a través de los libros que su legado ha perdurado y puede ser conocido de mejor forma por las nuevas generaciones.

Por Hugo Jara Goldenberg
Publicado en el diario El Sur, el 24 de diciembre de 2006. Ver artículo....

Existe consenso en que la ciencia, junto con estudiar y comprender el funcionamiento de la naturaleza, es responsable de transmitir a la ciudadanía el resultado de sus descubrimientos. Sin embargo, esta comunicación no siempre ocurre y muchas veces vemos que existe un evidente divorcio entre quienes exploran la frontera del conocimiento y las personas comunes y corrientes. Esta situación se produce a pesar de que vivimos en una sociedad dominada por la tecnología, en la cual la cultura científica es importante para que las personas puedan desenvolverse adecuadamente y tomar las mejores decisiones.

Generalmente los científicos de primer nivel, absortos en su trabajo, no tienen el tiempo, y muchas veces tampoco la habilidad, para hacer partícipe de su quehacer al resto de la sociedad. Pero hay excepciones, y algunos investigadores sí valoran la importancia social de la divulgación de la ciencia. Uno de estos destacados comunicadores del saber fue Carl Sagan (1934-1996), un doctor en astronomía y astrofísica norteamericano que adquirió fama por sus múltiples iniciativas educativas que incluían conferencias, artículos de prensa, series de televisión y por sobre todo, los muchos libros que publicó.

Sagan era conciente de la trascendencia de la labor de divulgación, y por dedicarse a ella, en cierta forma sacrificó algo de su carrera científica. Aun así, hizo importantes aportes al desarrollo de las ciencias planetarias y a la búsqueda, desde la perspectiva de la ciencia, de inteligencia extraterrestre. También participó activamente en el programa espacial norteamericano en donde, entre otras actividades, ayudó a diseñar los mensajes con información sobre la vida en la Tierra, que viajan hacia las estrellas en las sondas interplanetarias Pioneer y Vogager. Pero, por sobre todos sus aportes académicos, es inevitable que se le recuerde principalmente por sus esfuerzos en llevar el conocimiento científico y tecnológico al ciudadano común.

Contra las seudociencias

Su interés se diversificaba en diferentes ámbitos del saber, algunos de ellos ajenos a la astronomía, y es que Carl Sagan, más allá del científico, fue un humanista que concentró su esfuerzo intelectual en buscar respuestas racionales a preguntas trascendentales que desde la noche de los tiempos han acompañado a la especie humana, interrogantes tales como: quiénes somos, de dónde venimos y cuál será nuestro destino. Y en esa búsqueda, su camino se cruzaba con otras temáticas, que aunque más terrenales, son igualmente relevantes para el presente y el futuro de la humanidad: la relación de la ciencia con el poder, la amenaza nuclear, el deterioro del medio ambiente, el cambio climático global, el adelgazamiento de la capa de ozono y tantas otras, que al paso de una década siguen plenamente vigentes, y por lo mismo confieren permanente actualidad a su obra y pensamiento.

Aunque Sagan utilizó todos los medios de comunicación disponibles para cumplir su objetivo educador, el mayor impacto divulgativo lo logró a través de sus libros, algunos de los cuales se continúan editando, con gran éxito de ventas. En el año 1978 recibió el premio Pulitzer por “Los dragones del Edén, especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana”. En 1980 publicó “Cosmos”, la versión impresa de su exitosa serie de televisión. Otros títulos de gran acogida fueron “Vida inteligente en el Universo”, escrito en colaboración con el ruso I.S. Shklovskii; “La conexión cósmica”; “El cerebro de Broca”; “El cometa”; “Sombras de antepasados olvidados”, un relato conmovedor sobre el origen y el destino de nuestra especie y “Un punto azul pálido”, considerado la continuación de “Cosmos”, en el que nos habla del futuro del hombre en el espacio. También escribió una novela: “Contacto”, en la cual planteó la posibilidad de establecer comunicación con una civilización extraterrestre, más avanzada que la nuestra. Esta obra fue llevada al cine en el año 1997.

A principios de 1995 se le diagnosticó un mal incurable (mielodisplasia), enfermedad contra la cual luchó con entereza y optimismo. Después de casi dos años de dura batalla, finalmente falleció el día 20 de diciembre de 1996. De este período es el libro: “El mundo y sus demonios”, en donde hace una fuerte crítica a las seudo-ciencias. En enero 1997, se publica en forma póstuma “Miles de millones, pensamientos de vida y muerte en la antesala del milenio”, una serie de ensayos en donde reflexiona sobre diversos temas, tanto científicos como de contingencia social y política. En esta última obra, Ann Druyan, su viuda (quien fue coautora de algunas de sus libros) escribió un epílogo muy emotivo, que nos permite conocer la valentía con la cual el científico enfrentó los días postreros de su existencia.

Aunque hace ya un decenio que Carl Sagan no está físicamente entre nosotros, su pensamiento sigue más vivo que nunca. Su obra continúa inspirando, ahora, a las nuevas generaciones, y muchos jóvenes deciden abrazar la causa de una ciencia más humana con la esperanza de ayudar a construir un mundo mejor.

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