2 de octubre de 2006

Lo que Einstein le contó a su barbero (16 abril 2006)

La figura del genio creador de la teoría de la relatividad sirve como nexo para un libro ameno, divertido, que pretende desarmar la complejidad intrínseca de la ciencia y ponerla al alcance de las personas comunes.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 16 de abril de 2006.

Sin lugar a duda Albert Einstein es el científico más conocido por el público general; la imagen del genio, de cabellera abundante y descuidada, es reconocida en todo el mundo. Los escolares continúan garabateando en sus cuadernos la famosa fórmula que relaciona la materia con la energía, y los retratos de su rostro en gestos extravagantes no pierden vigencia. Pero en su época su figura provocaba admiración no sólo por sus teorías científicas, por las cuales obtuvo el premio Nóbel de Física, sino también por su destacado papel como humanista y pacifista activo.

Es tan relevante su aporte en ese terreno, que con justa razón fue definido como la conciencia moral de su época. Fue un precursor en la defensa de los derechos de las minorías y un incansable luchador por la causa de la paz y el desarme. La paradoja de que sus teorías permitieron el desarrollo de la bomba atómica significó para él una carga aflictiva que lo acompañó durante es resto de su vida. En su lucha por causas humanitarias compartió ideales con personajes como Mahatma Gandhi, Bertrand Russell y Romain Rolland, y no habría causado extrañeza que hubiese obtenido también el premio Nóbel de la Paz.

Sin embargo, con el paso del tiempo ha prevalecido, en el recuerdo colectivo, la imagen y obra del científico, y en ese contexto se evoca con especial admiración al año 1905. Desde el punto de vista de la creación intelectual, el más productivo de su vida. Lo que produjo en ese año maravilloso no se limitó sólo a remecer los cimientos de la ciencia, sino que también, tuvo grandes implicancias en el ámbito filosófico al redefinir las nociones clásicas de tiempo, espacio y materia. Sus descubrimientos fueron tan revolucionarios que modificaron para siempre las ideas de causalidad, determinismo y realidad; legándonos, a partir de entonces, una nueva forma de entender al Universo.

En ese año fructífero publicó varios artículos en la revista científica “Annalen der Physik”, tres de ellos habrían de resultar claves en el desarrollo de la Física Moderna. El primero fue un trabajo que explicaba el fenómeno fotoeléctrico en términos de cuantos, gracias a este descubrimiento obtendría el Premio Nóbel de Física del año 1921. El segundo artículo confirmaba la teoría atómica al explicar el movimiento de pequeñas partículas suspendidas en líquidos estacionarios. En el tercero, titulado “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”, desarrollaba la teoría Especial de la Relatividad.

Personaje sencillo

Mirando en retrospectiva, muchos consideran que lo logrado por Einstein en ese período fue sobrehumano, y al conmemorarse el año pasado el centenario de lo que se ha dado en llamar el "Annus Mirabilis" (del Latín: año maravilloso) se publicaron numerosos libros que nos permitieron recordar tanto la vida del genio, como su fecunda obra. De entre los que llegaron a nuestras librerías se destaca uno de la editorial Manontroppo (2005), titulado “Lo que Einstein le contó a su barbero”. Se trata de una obra de divulgación científica, con ensayos sobre temas muy diversos. El autor, Robert L. Wolke, en la introducción aclara que se trata de un libro de conversaciones científicas informales del tipo de las que Einstein hubiese sostenido con su hipotético barbero (a juzgar por las fotos del genio ¿habrá acudido alguna vez al barbero o peluquero?).

El libro es muy entretenido y asequible a cualquier persona, y lo más importante es que junto con disfrutar de una explicación simple de los conceptos más complejos de la ciencia, nos permite sentir más cercano al Einstein ser humano. Y es que el genio, a pesar de trasuntar humildad y simpatía es visto, muchas veces, como una figura lejana, debido a lo elevado de su creación intelectual.

El imaginarlo conversando con su barbero acerca de problemas cotidianos, pero analizados bajo el prisma de la ciencia, le da a la lectura del libro un sabor especial. Einstein fue una persona en extremo sencilla, que disfrutaba de cosas muy simples como pasear en bicicleta, cuidar su jardín o ayudar a los escolares en sus tareas de aritmética. Siempre estuvo consciente de la importancia de acercar al ciudadano común los conocimientos que surgían de la ciencia, quizá si lo consideraba también una forma de humanismo, un medio necesario para alcanzar el progreso y la paz.

Lamentablemente, sus esfuerzos de divulgación científica no fueron muy exitosos, debido a que en sus escritos no podía evitar el nivel elevado, propio de su genio. Sin lugar a duda, Einstein se habría sentido contento con obras como la que estamos comentando, en la cual a través respuestas a preguntas domésticas del tipo ¿por qué se siente el piso del baño tan frío con los pies descalzos? o ¿por qué los espejos invierten la imagen de derecha a izquierda pero no de arriba abajo?, es posible encantar y maravillar a los lectores, invitándolos a sentir a la ciencia como un logro del intelecto humano, propio de nuestra especie, y a cuyo conocimiento tienen derecho todos los ciudadanos, sin distingo de raza, credo o condición social.

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