Por Hugo Jara
Goldenberg
La aviación y el ciclismo son dos
medios de transportes muy diferentes, en todo sentido, por lo que para muchos
puede resultar curioso el enterarse que entre ellos existe una relación muy
cercana. Aunque el origen de la bicicleta se remonta a varios milenios (hay registro de primitivos vehículos de dos ruedas en las antiguas civilizaciones china y egipcia), y la aviación posee recién algo más de un
siglo de existencia, en los inicios del vuelo ambos medios compartieron de
manera muy estrecha.
Conocidos son los inventores y
pilotos que durante los primeros años del siglo XX sorprendieron al mundo
levantando vuelo en aquellos frágiles aparatos de madera y tela, amarrados con alambre.
De la lista de aquellos osados pioneros
surgen entre muchos, los nombres de los hermanos Orville y Wilbur Wright, GlennCurtis y Henry Farman. Y en Chile tenemos a los hermanos César y Felix Copetta,
Clodomiro Figueroa y Luis AlbertoAcevedo. Pero ¿qué tienen en común todos los arriba nombrados?, además de ser precursores
de la aviación, por supuesto. Pues nada más y nada menos que haber sido también
destacados constructores de bicicletas e incluso campeones de ciclismo.
Aunque esto pueda ser sólo
coincidencia, y quizás si una condición esperable dada las características de
los primeros aviones que en su frágil estructura utilizaban muchos elementos
que reconocemos en las bicicletas, tales como las ruedas, cadenas para
transmitir movimiento o alambres articulados, en realidad el asunto va mucho
más allá del simple azar.
El primer vuelo
El ser humano comenzó a
surcar los aires durante el siglo XVIII, en globos aerostáticos y posteriormente con
dirigibles y rudimentarios planeadores, pero se trataba de vuelos libres y no (o debilmente) controlados. En
los albores del siglo XX, con el desarrollo de motores de combustión interna
como medio de propulsión y con el conocimiento que se tenía sobre superficies
sustentadoras (fundamentalmente gracias al trabajo del alemán Otto Lilienthal,
pionero de los planeadores), eran muchos los personajes, en diferentes partes
del mundo, que estaban intentando hacer volar un aparato más pesado que el
aire, y fueron los hermanos Wright quienes primero lo lograron, el 17 de
diciembre de 1903.
Aunque existe controversia sobre
quién fue efectivamente el primero en hacer volar un avión, los historiadores
están de acuerdo que fueron estos hermanos quienes lograron el primer vuelo de un aparato más pesado que el
aire. Pero es necesario destacar que el gran mérito de los Wright no es sólo el
haber logrado volar, sino el haberlo hecho en forma controlada.
Y es aquí donde toma sentido el
que los hermanos Wright hayan sido fabricantes de bicicletas, ya que a diferencia de sus rivales, que pensaban que
la clave del vuelo estaba sólo en
disponer de superficies sustentadoras (alas) y un mecanismo propulsor (motor),
los hermanos inventores sabían que necesitaban también de elementos que permitieran
controlar y maniobrar el aparato en diferentes ejes, tal como sucede al andar
una bicicleta, en donde el conductor debe controlar su vehículo en varios planos.
Todo ciclista sabe que para
doblar no basta con girar el volante, como lo hace un chofer de auto, sino que
debe también inclinar su cuerpo, y debe hacerlo en un ángulo preciso, que debe
estar en perfecta coordinación con el grado de giro del volante y la velocidad
que lleve el móvil. Si los valores de estas tres variables no coinciden
sobreviene una inevitable caída.
Algo similar ocurre al volar,
pero aquí el asunto es más complejo ya que al desplazarse por el aire es
necesario controlar tres ejes, y no dos como en el caso de las bicicletas. Y
esto lo entendieron muy bien los Wright, quienes asumieron que en los virajes
el avión debía inclinar sus alas, a diferencia de los demás constructores que consideraban
que las aeronaves debía desplazarse siempre niveladas, incluso en los giros.
Para implementar su concepto los
Wright hicieron muchas pruebas y en todos sus planeadores y también en el
primer Flyer (aparato motorizado en el que realizaron el primer vuelo de la
historia), emplearon mecanismos para el control efectivo de los tres ejes por parte
del piloto. El control de profundidad lo lograban con un timón ubicado en la
parte delantera del avión, el cual permitía que la aeronave subiera y bajara la
nariz. El control de dirección se conseguía con el timón vertical ubicado en la
cola, el que permitía el guiño a la izquierda y derecha. Y por el último el
control de alabeo, es decir para inclinar las alas, se lograba con un
mecanismos de poleas activadas por el piloto, que torcían de manera diferencial
las puntas de las alas (mientras una subía, la otra bajaba).
Y fue esto lo que marcó la diferencia
y transformó al avión de los hermanos Wright en un aparato totalmente controlable,
el que en poco tiempo de desarrollo fue capaz de volar cientos de kilómetros,
durante horas. No cabe duda que el que ellos llegaran a esa solución, fue
gracias a su vasta experiencia como constructores de bicicletas y de ser además,
eximios ciclistas.
Después de todo, una bicicleta es
un artefacto por naturaleza inestable. Sólo al imprimirle velocidad adquiere estabilidad
gracias al principio del giróscopo que generan las ruedas al moverse circularmente
y también gracias a las fuerzas centrífugas que se generan. Pero esa
estabilidad es frágil y se pierde rápidamente si al realizar un viraje el
conductor no mueve el manubrio y contorsiona su cuerpo adecuadamente. Lo mismo sucede con el avión,
el cual es también inestable y debe ser conducido por el piloto manteniendo un
delicado equilibrio en los tres ejes.
A diferencia de un chofer de auto
que se sube a un vehículo y lo conduce, tanto los ciclistas como los pilotos
deben “ponerse” sus vehículos, en el sentido que tanto la bicicleta como el
avión pasan a ser una extensión de su cuerpo. Por lo anterior, pueden haber (y
los hay), choferes torpes, sin embargo no puede existir un ciclista o un piloto
torpe que no sea capaz de “sentir” a su máquina, ya que si eso ocurre no tarda
en sobrevenir el desastre.
El renacer de la bicicleta
A la luz de todos los antecedentes expuestos no deben quedar dudas acerca del estrecho nexo que existió entre el ciclismo y
los inicios de la aviación, un invento, este último, que se desarrolló a partir
de ese momento a un ritmo vertiginoso y que al cabo de un poco más de un siglo
de vida se ha transformado en un elemento vital de la vida moderna, y sin el cual
no sería posible el mundo globalizado
del siglo XXI.
La bicicleta, en tanto, perdió
mucho del protagonismo que tuvo a principios del siglo XX, cuando era
considerada como un nexo entre los antiguos carruajes y el moderno automóvil. El
desarrollo de este último, también otro de los grandes inventos del siglo
pasado, la relegó, en Occidente, a un
papel secundario, quedando durante mucho tiempo limitada a cumplir el rol de un
juguete caro.
Sin embargo, y afortunadamente,
la bicicleta está gradualmente recuperando la popularidad perdida. Son cada vez
más las personas que abandonan los automóviles y encuentran en la bicicleta el
medio para acceder a una vida más sana y también a un medioambiente menos
contaminado.
Mi amigo Tito Matamala, un destacado escritor, acaba de publicar su último libro titulado: Chile bicicleta. Una crónica de pedales y nostalgia, en el cual reivindica a este entrañable medio de transporte. Los invito a leerlo.
Mi amigo Tito Matamala, un destacado escritor, acaba de publicar su último libro titulado: Chile bicicleta. Una crónica de pedales y nostalgia, en el cual reivindica a este entrañable medio de transporte. Los invito a leerlo.
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