29 de octubre de 2006

Miguel Ángel, o la creación (29 octubre 2006)

Cuando se evoca al Renacimiento, ese idealizado período de la historia de occidente, de inmediato se agolpan en la memoria los nombres de muchos personajes notables que contribuyeron a dar nuevos bríos a las más excelsas manifestaciones del espíritu. De entre los muchos creadores de esa época, Miguel Ángel ocupa un lugar destacado por circunstancias que van más allá de su talento artístico.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 29 de octubre de 2006.

Como ningún otro período de la historia, el Renacimiento fue una época en que la emancipación intelectual del hombre posibilitó avances extraordinarios en todos los ámbitos de su quehacer. Pero hay consenso en que de todas las renovadas manifestaciones del intelecto, fueron aquellas relacionadas con el arte las más relevantes.

Son innumerables las obras maestras surgidas de aquellos artistas que manifestaron su creatividad y sensibilidad a través de la pintura, la arquitectura y la escultura. De cada una de estas disciplinas surge el recuerdo de personajes destacados, que se ganaron su sitio en la historia, como recompensa a obras de arte que no dejan de cautivar a quienes tienen el privilegio de observarlas.

Al evocar esa época se aglomeran en la memoria una pléyade de artistas inmortales. De entre muchos, se puede mencionar a gigantes de la talla de Rafael, Donatello, Verrochio, Brunelleschi y por supuesto a Leonardo da Vinci, quizá si el estereotipo por excelencia, del hombre del renacimiento.

Pero de entre todos ellos, hay uno que se destaca de manera especial, no sólo por lo sublime de su producción artística, sino también por las especiales circunstancias de su vida: Se trata de Miguel Ángel Buonarroti, recordado por la historia simplemente como Miguel Ángel.

Aunque se trata de un artista muy conocido y cuyas creaciones son admiradas a diario por miles de personas, siempre es interesante conocer aspectos más profundos de su vida y obra. Y qué mejor manera de evocarlo, que recurriendo a la ayuda del recordado académico Marcel Brion, quien escribió “Miguel Ángel o la creación”; una de las mejores biografías del genio del renacimiento, y que ha sido recientemente reeditada por Ediciones B.

Sólo escultor

Guiados por la pluma de Brion, viajaremos en el tiempo y conoceremos a un niño que acaba de llegar al mundo en el año 1475, en la culminación del quattrocento, el periodo de máximo esplendor del Renacimiento. El autor se esmera en destacar que el pequeño Michelangelo vino al mundo en un pueblo de canteros, en la región de Toscana. Se trata de un territorio que perteneció a los etruscos, un pueblo misterioso cuyo espíritu pétreo y severo parece que marcó a fuego la personalidad del pequeño.

Miguel Ángel ve transcurrir su infancia en los talleres de los maestros que trabajan la piedra. El mazo y el cincel se transforman en sus juguetes preferidos. Los bloques de mármol, amontonados por doquier, adquieren vida y encienden la imaginación del niño, el cual aprende a desnudar los secretos de la roca, y entiende que su misión vital será someterla y modelarla a su capricho.

Siendo aún un niño, logra ingresar como aprendiz al taller de Bertoldo di Giovanni, un escultor que lo lleva en la corte de Lorenzo el Magnífico. Allí el joven Michelangelo comparte con destacados humanistas que lo introducen en el espíritu de su época.

Pasan los años y su fama se esparce rápidamente por la península. Recibe encargo de muchos dignatarios, y en todas partes se presenta con orgullo como escultor, aunque en la intimidad también cultiva la poesía. Sin embargo, muchas veces las circunstancias lo obligan a incursionar en otras manifestaciones del arte. A diferencia de otros artistas que destacan su versatilidad, como Leonardo que hace alarde de sus múltiples talentos, Miguel Ángel se considera sólo un escultor y desprecia otras manifestaciones del arte, como la pintura. Y cuando es obligado a abordar proyectos de otra naturaleza lo hace a regañadientes. Se siente ofendido y rebajado en su dignidad. Pero aún así, de su pincel surgen obras maestras inmortales.

Marcel Brion, el autor del libro, es un afamado ensayista y biógrafo, quien a través de una prosa ágil y envolvente, posee el don de transportar al lector en el tiempo, transformándolo en un testigo privilegiado del entorno de la época y de los personajes en estudio. En el caso de la biografía de Miguel Ángel, nos permitirá comprender de mejor forma a un personaje notable, cuya existencia fue tan intensa y dramática, que alguien la definió como una vida de divino dolor.

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