27 de mayo de 2007

Los Curie, entre el amor y la radiación

Existen familias que poseen el privilegio de albergar en su seno el talento innato en algunas disciplinas. En la historia abundan ejemplos de hijos que heredan el genio de sus progenitores, como muestra basta recordar a los Bach en la música o a los Dumas en las letras.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 27 de mayo de 2007.
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Cuando Alfred Nobel decidió donar su fortuna para premiar a quienes sobresalen por su contribución al desarrollo de la civilización, implícitamente se definió también un mecanismo para homenajear a las mentes más brillantes del planeta. Analizando los nombres de los ganadores de ese premio, se pueden encontrar varios casos en que padres e hijos los han obtenido, circunstancia que pone en el tapete la discusión sobre si la inteligencia es o no heredable. Dentro de ese exclusivo grupo de parientes directos con gran capacidad intelectual, hay una familia que se distingue de manera admirable, son los Curie, cuyos integrantes lograron obtener cinco premios de la Academia sueca en el curso de dos generaciones. Para conocer la historia de esta proeza intelectual, e intentar comprender las razones que permitieron esta situación excepcional nada mejor que leer el libro “El clan Curie, la historia no contada de una extraordinaria familia de científicos” (Editorial El Ateneo, 2007) de Denis Brian.

La propuesta del autor es estudiar no sólo el aspecto académico de los Curie, sino también acceder a situaciones menos conocidas de su vida, la cual como toda familia no estuvo exenta de polémica, dramas e incluso tragedias. Para enfrentar la tarea, el autor realizó entrevistas a descendientes y a quienes trataron personalmente con los protagonistas. También pudo indagar en fuentes documentales, archivos y en la abundante correspondencia de la época.

El relato se inicia con la presentación de Pierre Curie, un joven sensible e introspectivo, cuyo padre, un médico librepensador, decidió no enviarlo a la escuela. Fue educado con esmero al interior de la familia, lejos de la formalidad y estructuración de los programas escolares oficiales, los cuales pueden resultar adecuados para la mayoría, pero que inevitablemente coartan el desarrollo de los espíritus soñadores. El resultado no pudo ser mejor, y a los 16 años logró ingresar a la Universidad de La Sorbona, en donde después de dos años de estudios, se tituló de físico.

Siendo aún muy joven, comenzó a trabajar como asistente de investigación y junto a su hermano Jacques realizó un importante descubrimiento científico que le permitió ser conocido en el mundo académico. Su vida transcurre apacible hasta que en el año 1894, ésta sufre un giro cuando conoce a Marie Sklodowska, una estudiante polaca que estaba en Paris iniciando su carrera cientifica.

Amor por la ciencia

Marie había nacido en Polonia en el seno de una familia de profesores, en cuyo hogar no había lujos ni comodidades. Sin embargo, las carencias materiales se compensaban con un ambiente intelectual de excelencia que le permitió instruirse en forma autodidacta. Buscando nuevas oportunidades se dirigió a Francia, en donde inició sus estudios en ciencias. Sin dificultades, obtuvo su primer grado académico, y cuando buscaba un lugar en donde realizar experimentos conoció a Pierre.

La atracción fue inmediata y después de un año de noviazgo contrajeron matrimonio, dando inicio a una vida en que aúnan no sólo sus espíritus, sino también el amor común por la ciencia. Al temperamento distraído e idealista de Pierre, se une el carácter austero y humilde de Marie, lo que dio origen a un equipo de investigación único, no sólo por la capacidad intelectual de cada uno de ellos, cuanto por la sinergia que significaba unir personalidades perfectamente complementarias.

Después de años de estudio y experimentación logran develar el misterio de la radioactividad, lo cual les significa obtener el Premio Nobel de Física del año 1903 (en conjunto con Henri Becquerel). Pero pronto sobreviene la desgracia y Pierre muere arrollado por un carruaje. Marie, debió asumir la dirección de la familia y guiar la enseñanza de sus dos hijas. Ocupó la cátedra vacante dejada por su esposo y se transformó en profesora titular en la Sorbona. Continúa una prodigiosa labor científica y obtiene su segundo Premio Nobel en el año 1911.

Su hija Irène (que posteriormente también ganaría un Nobel, junto a su marido), la ayuda, no sólo en la investigación, sino también en llevar las nuevas tecnologías al ciudadano común, principalmente en el plano médico. Pero la dedicación de ambas a la causa de la ciencia, repercute en su salud, y terminan sus días padeciendo enfermedades provocadas por los años de exposición a la radioactividad.

El trabajo de investigación de Denis Brian se transforma en una obra imperdible porque, junto con contarnos la historia de una familia extraordinaria, nos permite comprender que para alcanzar el éxito y el reconocimiento no basta con el talento. Son importantes también fuertes dosis de esfuerzo, disciplina, motivación y responsabilidad, pero por sobre todo, pasar por la vida con una actitud humilde y de profundo compromiso social.

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