16 de octubre de 2006

Las viejas lecciones de Séneca (15 octubre 2006)

Cada ser humano constituye en lo profundo de su ser un Universo, con todos los misterios y complejidades que eso significa. En la mente de cada uno de nosotros se fraguan estados emotivos y cognitivos que determinan comportamientos que muchas veces se traducen en un actuar contradictorio e impredecible.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 15 de octubre de 2006.
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Las contradicciones vitales son propias de la naturaleza del hombre. Esta situación de conflicto se ha dado en cada uno de los seres humanos que han existido, y que existirán. Todos nosotros somos testimonio de esta dicotomía, en donde muchas veces los ideales y sentimientos más excelsos se confrontan y son superados por los fríos y pragmáticos hechos de la realidad.

Por tratarse de conductas tan personales y cotidianas, estas incoherencias generalmente pasan desapercibidas. Pero se tornan evidentes cuando evocamos a algunos destacados personajes de la historia. Este es el caso de Lucio Anneo Séneca, aquel famoso filósofo romano que, durante gran parte de su existencia, vivió de manera diametralmente opuesta a los ideales que profesaba y que transmitía con tanta vehemencia. Aunque se trata de un personaje conocido, muchos aspectos importantes de su vida constituyen una incógnita para el público general, en especial sus últimos años. La reciente publicación de la novela “El maestro del emperador” (Editorial Grijalbo, 2006) del escritor y traductor español Pedro Gálvez, permite conocer mejor a este famoso filósofo y hacer luz sobre un período muy relevante de su existencia.

Séneca nació en la ciudad de Corduba, capital de la provincia Bética de la Hispania romana, (actual Córdoba) en el año 4 a. de C. Hijo de una familia acomodada, recibió una educación esmerada. Los mejores maestros lo instruyeron en todos los conocimientos de su época. Ya adulto ejerció como abogado y, buscando alivio a su delicada salud, viajó a Egipto. Su estadía en oriente la aprovechó para conocer de primera fuente las filosofías alejandrinas. En particular se interesa por el pensamiento de los estoicos.

Sin embargo, su carrera de filósofo se ve interrumpida cuando en el año 31 viaja a Roma y comienza a incursionar en la política. Gracias a su extraordinaria oratoria, logra acceder a cargos públicos que le permiten acercarse a las altas esferas del poder. Pero su proximidad con los emperadores lo hace proclive a las maquinaciones y traiciones propias de la corte.

Las venas abiertas

Su innegable talento despierta la desconfianza de Calígula, quien planea asesinarlo. La delicada salud de nuestro personaje hace dudar al emperador, quien confía en que los achaques y enfermedades pronto lo levarán a la tumba. Pero el destino quiso que el gobernante muriera antes. El cambio de régimen da un respiro al filósofo, que contrae matrimonio, ve nacer a su hijo y escribe algunos tratados. Sin embargo la tranquilidad dura poco, ya que es acusado de cometer un grave delito y condenado al destierro.

Permanece durante ocho años en un inhóspito rincón de la isla de Córcega. El largo periodo de ostracismo lo aprovecha para leer, reflexionar y escribir. Finalmente obtiene el indulto y regresa a Roma, en donde retoma sus tareas políticas e inicia una relación que lo marcará hasta el fin de sus días: es nombrado preceptor de un niño de 11 años llamado Nerón. La relación entre el tutor y su discípulo se torna estrecha, casi fraternal.

Cuando el joven asume al trono, su maestro se transforma en un personaje clave en el gobierno. Como consejero imperial, Séneca es quien lleva realmente las riendas del poder. Y es en este rol político, que el filósofo se comporta de manera totalmente opuesta a los elevados ideales que profesa. Se transforma en una autoridad déspota, abusiva y cruel. Sus influencias le permiten amasar una cuantiosa fortuna y poseer cientos de esclavos.

Pero los vaivenes de la política lo hacen perder influencia. De manera gradual se va alejando del poder y distanciando de palacio. El filósofo, que es ya un anciano con una salud muy deteriorada, presiente que su vida corre peligro y opta por dedicar sus últimos años a la reflexión y a retomar sus ideales más profundos. Vive rodeado de un círculo de amistades que lo aprecia y respeta, pero también de muchos enemigos, algunos de los cuales son antiguas víctimas de sus excesos. Finalmente se le acusa de participar en una conspiración contra Nerón y éste ordena la muerte de su maestro. Séneca opta por el suicidio y se abre las venas.

En la novela “El maestro del emperador” se hace evidente el profundo conocimiento que el autor posee de la Roma imperial. Gracias a la pluma de Pedro Gálvez, nos transformamos en testigos privilegiados del drama de una persona que se vio enfrentada, durante toda su vida, a un dilema vital: elegir entre sus ideales o sucumbir a las tentaciones mundanas.

Séneca, antes de dormir hacía el ejercicio de enjuiciar sus actos del día y decidir si su conducta había sido consecuente con sus sueños y deseos. Y, para su consternación se percataba que su actuar no siempre estaba a la altura de sus aspiraciones más sentidas, y ese reconocimiento le provocaba un gran dolor.

De manera inevitable, el conocer la tragedia del filósofo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia existencia. Cuántos ideales y sentimientos hemos sacrificado, cada uno de nosotros, en aras del materialismo y la relatividad de la vida cotidiana. Después de este sano ejercicio introspectivo más de alguien verá reflejados en la vida de Séneca, sus propios dilemas existenciales.

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