31 de octubre de 2011

Halloween y el inicio del verano verdadero



Por Hugo Jara Goldenberg

Este artículo es una modificación a El cambio de hora y el invierno verdadero, preparado para el diario w5.cl



Al hablar de las estaciones del año, parece lógico pensar que el verano es cuando hay más horas de luz solar y los días son más calurosos. El invierno, en tanto, debe corresponder a aquellos meses en que hay menos luz y hace más frío, mientras que la primavera y el otoño constituyen las estaciones intermedias entre ambas. Sin embargo, esto que parece tan evidente en la realidad no se cumple, ya que las fechas de cambio de las estaciones que todos conocemos  no coinciden con aquellas en que realmente se produce dicho cambio.
Lo interesante de esta situación es que confirma un hecho ya conocido desde la antigüedad por quienes han observado regularmente los ciclos de la naturaleza. Y es que el inicio de las estaciones del año en las fechas establecidas en el calendario civil no se corresponden con las estaciones verdaderas (o astronómicas). En efecto, el invierno verdadero en nuestro hemisferio ocurre entre principios de mayo y principios de agosto, ya que es en estos tres meses cuando los días son más cortos (hay menos horas de luz), los rayos solares caen más inclinados y hace más frío. El verano verdadero, en tanto, ocurre entre los primeros días de noviembre y los primeros días de febrero, ya que es en este periodo cuando los días son más largos y los rayos solares caen con la menor oblicuidad (más verticales), y en consecuencia es realmente la época más cálida del año.
Esto lo podemos confirmar nosotros mismos al recordar lo calurosos y largos que son los días a inicios de diciembre cuando aún estamos en primavera, y lo fríos, y ya notoriamente más cortos, que son aquellos en la segunda semana de febrero, cuando se supone que todavía estamos en verano. Incluso es común escuchar a los turistas decir “ya se fue el verano”, lo que, de acuerdo a lo antes señalado, es cierto, puesto que a mediados de febrero nos encontramos ya en el otoño verdadero. Algo similar ocurre con la primavera, basta con recorrer un parque a principios de agosto para observar que los árboles y la naturaleza toda ya empiezan a brotar. Sin embargo, a esta estación la recibimos oficialmente el 21 de septiembre.
Cuando comparamos el inicio de las estaciones civiles (establecidas en los calendarios) con las estaciones verdaderas, vemos que las primeras corresponden a la culminación (el máximo) de las segundas. Es decir, cuando decimos que el 21 de junio empieza el invierno, en realidad cerca de esa fecha se produce el día más corto del año, y es justo la mitad del invierno. Una situación similar se produce en las otras estaciones. Así, el 21 de diciembre, cuando estamos cerca del día más largo del año, corresponde precisamente a la mitad del verano.
Esta situación la conocían muy bien los pueblos antiguos, que llevaban a cabo celebraciones en las fechas de inicio de las estaciones. Por ejemplo los celtas realizaban, a principios de noviembre (cuando se inicia el invierno verdadero en el hemisferio norte), rituales para espantar a los demonios y malos espíritus que llegaban a acosarlos con el frío y la escasez de alimentos. Esa celebración milenaria aún perdura, claro que con un sentido muy distinto al original, e incluso se ha importado desde Europa a nuestra cultura: la festividad de Halloween.
Pero tenemos un ejemplo más cercano. El pueblo mapuche contaba en su calendario con cuatro estaciones, que se iniciaban en las fechas que corresponden a las estaciones verdaderas o astronómicas ya señaladas. El investigador de la cultura mapuche Armando Marileo Lefuiseñala que el tiempo de las grandes lluvias (invierno) comenzaba en el mes de mayo y concluía a fines de julio. Luego venía el tiempo de los brotes (primavera) que se iniciaba en agosto y terminaba al llegar noviembre. A continuación, le sucedía el tiempo de las frutas en abundancia (verano) que iba desde el inicio de noviembre hasta finalizar enero. Y por último llegaba el turno del tiempo del descanso de la naturaleza (otoño) que abarcaba los meses de febrero, marzo y abril.
Como vemos, muchas de las convenciones establecidas por nuestra civilización para establecer la duración del tiempo no se corresponden con la realidad. Sin embargo, los pueblos antiguos, debido a la observación constante de los ciclos naturales, sí los conocían y aplicaban muy bien, a pesar de carecer de los conocimientos científicos y avances tecnológicos que caracterizan a nuestra época.
(Para quienes quieran conocer más detalles acerca de las estaciones verdaderas, se recomienda consultar el libro “Guía a los cielos australes“, del escritor y divulgador científico Jorge Ianiszewski. Editorial Mitra, 2010).

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