12 de agosto de 2006

Una historia más de las cruzadas (9 octubre 2005)

La gesta de los cristianos para recuperar la Tierra Santa se ha plagado de mitos, y ahora es referente para el cine y la literatura, como un espacio ideal en que conviven el delirio, el exceso y la aventura.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 9 de octubre de 2005.
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La guerra es sin lugar a dudas una de las manifestaciones más primitivas del comportamiento humano, y cuando ésta se emprende en nombre de la fe adquiere una connotación especial, que hace difícil compatibilizarla con los sentimientos de paz, bondad y tolerancia que surgen en forma natural de la mayoría de las religiones. De entre las muchas guerras que se han librado en nombre de Dios, son las Cruzadas las que mayor controversia y celo han provocado a través de la historia. El grado de crueldad y violencia con la cual se luchó y su duración de siglos, tuvieron un impacto tan profundo en las relaciones entre el Cristianismo y el Islam, que sus consecuencias aún se perciben.

Cualquier hecho histórico tiene muchas interpretaciones, al menos una por cada bando involucrado en los acontecimientos. En el caso de las Cruzadas, estas posiciones son particularmente encontradas. Tenemos la posición oficial de la Iglesia Católica que las recuerda como una “Guerra Santa” dirigida contra los enemigos de la fe y destinada a liberar a los lugares sagrados. Para el Islam fue una manifestación de la barbarie del cristianismo y que significó el asesinato de miles de inocentes. También está la versión de los adversarios de la Iglesia Católica que la recuerdan como uno más, de los capítulos que conforman la llamada leyenda negra de esta religión.

Pero ¿cuál es la posición correcta?. Como suele ocurrir, la mayoría de las veces, la verdad absoluta no es patrimonio de nadie en particular, y vemos que finalmente ésta se encuentra dispersa en cada versión, constituyendo la tarea de los historiadores el acercarse a ella, tratando de interpretar, con la perspectiva del tiempo, los hechos de la manera más objetiva posible, libres de compromisos culturales, religiosos, políticos y de cualquier otra naturaleza. Lamentablemente esto no siempre es posible, y finalmente ocurre que la mayoría de los autores que tratan del tema, toman posición, aunque sea en forma velada, por alguna de las versiones aceptadas.

Causa justa y noble

Tratando de alcanzar esa esquiva objetividad, Christopher Tyerman especialista en Historia Medieval y profesor en Oxford, nos presenta su libro “Las Cruzadas, Realidad y mito”, con el cual pretende poner claridad en un tema que, desde su perspectiva, está plagado de interpretaciones erróneas e imprecisiones.

En la primera parte de la obra hace una descripción histórica de las Cruzadas, comenzando por su génesis y seguida por un recuento cronológico de cada una de ellas. Se mencionan no sólo las Cruzadas a Oriente, a Tierra Santa, sino también las Cruzadas que tuvieron lugar en occidente, particularmente en España, el Báltico e incluso, Cruzadas contra cristianos y herejes dentro del mismo continente europeo. Aquí surge la primera fuente de discusión, que el autor intenta aclarar. ¿Se deben denominar Cruzadas sólo a aquellas guerras de carácter religioso que se desarrollaron entre los años 1096 y 1291?, las cuales tenían por objetivo recuperar los territorios sagrados que habían caído en manos de los turcos, y en donde el Papa otorgaba privilegios terrenales y espirituales a quienes participaban en ellas, o deben considerarse como Cruzadas también, a todas aquellas otras guerras a las que la autoridad papal confirió los mismos privilegios y prerrogativas que aquellas. Es importante señalar al respecto, que fueron innumerables las guerras santas que se desarrollaron bajo el emblema de la Cruz: En España contra los moros; en la región del mar Báltico, enfrentando en una guerra misionera a los pueblos nórdicos; e incluso se llegó a conceder indulgencias equivalentes a las de los cruzados de Jerusalén a quienes combatieran a los enemigos políticos del Papa, como fue el caso de la Cruzada contra las autoridades de Sicilia.

En la segunda parte del libro, el autor analiza las causas y consecuencias de las Cruzadas, partiendo por la definición de lo que debemos entender por guerra santa cristiana, concepto que tiene su origen en el año 400 cuando Agustín de Hipona propone una teoría cristiana de la guerra justa, con toda una fundamentación bíblica, y de la cual las Cruzadas no son más que una consecuencia inevitable. También es importante el análisis que se hace de las Cruzadas como una empresa colectiva que movilizó a miles de hombres y que significó el disponer de ingentes cantidades de recursos organizacionales y financieros. Aquí también hay espacio para analizar el mito de si las razones religiosas que justificaban a las Cruzadas no fueron más que un pretexto para investir de legitimidad a una empresa que buscaba conquistar territorios y obtener riquezas.

En la parte final del libro, el autor hace un análisis de los intentos por asociar los conflictos contemporáneos del medio oriente con las Cruzadas, concluyendo que los escenarios históricos, sociales y geopolíticos son tan diferentes que pretender que estamos en presencia de una neocruzada carece de sentido.

Aunque las Cruzadas sean ya parte de la historia, su legado sigue tan presente en nuestro conciente colectivo que la palabra “cruzada” para nosotros, que formamos parte de la civilización cristiana occidental, es sinónimo de una causa justa y noble: hablamos de “una cruzada de amor” o “una cruzada de solidaridad”. Sin embargo para los pueblos que sufrieron su embate, el significado es totalmente opuesto y está asociado con una causa perversa. (Editorial Crítica, 2005)

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