2 de octubre de 2006

Algunos bocetos del infinito y lo demás (16 julio 2006)

El arte y la ciencia son generalmente percibidas como actividades culturales que poseen características y motivaciones tan diferentes, que no es fácil imaginar instancias de intercomunicación. Sin embargo, existen personajes con la habilidad de moverse a través de la difusa frontera que las separa.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 16 de julio de 2006. Ver artículo....

Si a usted le preguntasen por M.C. Escher, quizá no sepa de quien se trata, lo cual no sería extraño, ya que no es un nombre muy conocido por la mayoría de las personas. Sin embargo, es muy probable que sí haya disfrutado, sin saberlo, de muchos de sus dibujos y grabados, los cuales suelen aparecer en calendarios, portadas de libros, sellos postales y muchos otros lugares, llamando la atención por su originalidad y perturbadora lógica.

Y es que no es fácil permanecer indiferente ante obras como el dibujo que muestra dos manos entrelazadas, en donde cada una dibuja a la otra, u observar una cascada que se alimenta eternamente de la misma agua que precipita, o cómo un objeto puede estar al mismo tiempo dentro y fuera de su lugar. Éstas y muchas otras situaciones imposibles, era capaz de poner sobre un papel Maurits Cornelis Escher, un artista gráfico holandés (1898-1972) que alcanzó su mayor reconocimiento en un mundo lejano a su profesión de artista: las matemáticas, disciplina que nunca estudió formalmente, y para la cual no se reconocía ningún talento especial, pero cuya esencia supo plasmar lúdicamente en una hoja de papel.

Aunque en su juventud siguió la carrera de arquitectura, pronto orientó sus pasos hacia las artes gráficas, desarrollando una obra única, que desde entonces ha cautivado a músicos, filósofos, físicos y matemáticos, pero que no siempre ha sido reconocida por el público general. Buscando la forma de divulgar su creación, la Editorial Taschen, con la colaboración de la Fundación que perpetúa el nombre y obra de este destacado artista, ha publicado el libro “La magia de M.C. Escher”. Se trata de un texto magníficamente ilustrado y de gran formato, con muchas láminas plegables, a través del cual podremos conocer en forma íntegra la creación del maestro.

En una secuencia cuidadosamente elegida, vemos desfilar los dibujos y grabados más importantes del artista, incluyendo muchos bocetos y ampliaciones que permiten observar detalles que a primera vista pasan desapercibidos. De manera entretenida podemos disfrutar del espectáculo cognitivo que significa visualizar no sólo sus obras más conocidas, sino también conocer, a través de la referencia a sus manuscritos y correspondencia, aspectos íntimos de su pensamiento, lo cual nos ayuda a comprender de mejor forma el sentido de cada pieza.

Un hecho que resulta curioso en la trayectoria artística de Escher, es que nunca fue valorado por sus colegas del mundo de la plástica, quienes le reprochaban un estilo muy anticuado y le reconocían más técnica que arte. Quienes sí apreciaron su trabajo fueron los científicos, principalmente los matemáticos y físicos, que vieron en su trazo una representación visual y popular de los complejos conceptos que surgen del mundo de los números y que por su elevado nivel de abstracción resultan de difícil comprensión para los no iniciados. Así, era frecuente que los trabajos de Escher fueran presentados en el marco de congresos científicos y figuraran como portada de libros y revistas especializadas.

Un aspecto notable de su obra lo constituye la manera genial como proyectaba el espacio en el plano, la partición de las superficies, la forma de representar gráficamente al infinito, la simetría, la perspectiva y su interpretación de los fractales, esas maravillas visuales que se construyen a partir de patrones que se repiten hasta la eternidad. Es tanta la similitud que existe entre muchos de sus dibujos y esas figuras embriagantes que surgen del desarrollo de complejas ecuaciones, que cuesta creer que Escher no los conocía y que su trabajo era sólo producto de una potente intuición que lo acercaba de manera natural, a los complejos y escurridizos conceptos que surgían de la ciencia de comienzos del siglo XX. Pero esta situación no es tan extraña, pues muchas veces ha ocurrido que los más desconcertantes conceptos de ciencia, son intuitivamente comprendidos por personajes que provienen de otros ámbitos del quehacer humano, quienes los aplican magistralmente en sus creaciones.

Ejemplos, aunque no muy abundantes, los hay; basta con mencionar a Jorge Luis Borges, quien en su extensa obra literaria incluyó, con gran acierto, muchos conceptos propios de la relatividad y la mecánica cuántica. En el caso de Escher esa relación era tan estrecha que llegó a decir: “con frecuencia me siento más próximo a los matemáticos que a mis colegas los artistas”.

El libro es presentado por J.L. Locher, Director del Gemeentemuseum de La Haya quien, en la introducción, señala que estamos en presencia de un texto que está llamado a convertirse en un clásico en el estudio de la obra de este artista. Los editores pusieron especial cuidado en transmitir el espíritu que animaba a Escher, de manera tal de acercar su creación tanto al experto como al ciudadano común. Recorrer sus páginas constituye un viaje que invita a la reflexión más profunda. Y es que cuesta sustraerse a la aventura de observar dibujos, en los cuales la percepción sensorial, de por sí cautivante, se ve largamente superada por la experiencia intelectual que significa observar fenómenos imposibles o paradójicos que, aunque parecen desafiar al sentido común, muchas veces constituyen aspectos inherentes de nuestra poco conocida realidad.

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