8 de octubre de 2006

La tierra, un planeta simbiótico (8 octubre 2006)

Existen en la naturaleza comportamientos que llaman la atención por su complejidad y sutileza. Aunque para la mayoría no pasan de ser recursos de sobrevivencia, hay quienes se atreven a proponer con ellas, novedosas teorías que desafían paradigmas de conocimiento sólidamente establecidos.

Por Hugo Jara Goldenberg
Publicado en el diario El Sur, el 8 de octubre de 2006.

El ser humano ha sentido desde siempre fascinación por los paisajes exóticos y en especial por la vida natural. Muchos recuerdan con nostalgia programas de televisión como los de Jacques Yves Costeau o del español Félix Rodríguez de la Fuente. Estos naturalistas fueron los pioneros de un género audiovisual que se ha consolidado y está entre los favoritos del público, que no se cansa de maravillarse, a través de ellos, de los secretos de la naturaleza.

De entre los muchos misterios y maravillas del mundo natural, hay uno que llama especialmente la atención: se trata de la simbiosis. Un fenómeno que consiste en la asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, y en la cual ambas obtienen beneficios de la vida en común. Ejemplos de este tipo de comunidad los vemos en las imágenes de feroces tiburones, cuyas fauces son recorridas por pequeños y frágiles peces que se encargan de la limpieza bucal de su anfitrión. O casos más extremos como una sustancia de color verde y aspecto gelatinoso, abundante en las costas del canal de la Mancha, las que observadas al microscopio, resultan ser agrupaciones de pequeños gusanos transparentes, en cuyo interior habitan algas, las cuales por fotosíntesis generan el alimento que necesita el hospedador. En este caso es tan estrecha la relación, que es difícil determinar si el conjunto es animal o vegetal.

La simbiosis es un fenómeno que, a pesar de destacarse por lo curioso y extraordinario, es considerado sólo como un tipo de comportamiento complejo, y un recordatorio de la sabiduría de natura. Sin embargo, se trata de un recurso adaptativo frecuente, que se manifiesta en todos los lugares en donde surge la vida. Incluso en nuestro propio cuerpo, coexisten una infinidad de organismos, los cuales por su tamaño microscópico, pasan desapercibidos.

Desde hace algunas décadas, muchos científicos creen ver en la simbiosis un fenómeno que puede tener una importancia fundamental en el desarrollo de la vida. Una investigadora que se ha destacado en esta postura es Lynn Margulis, quien ha desarrollado una interesante teoría, según la cual pequeños microorganismos simbiontes tienen mucho que decir, en la diversidad de la vida animal y vegetal presente en la naturaleza. En el libro “Planeta simbiótico, un nuevo punto de vista sobre la evolución” (Editorial Debate), la Dra. Margulis se propone divulgar sus ideas al público general.

Escala planetaria

En lo medular, la autora propone un mecanismo alternativo que pueda dar cuenta, desde una perspectiva evolucionista, de la forma como se crean nuevas especies. En un lenguaje ameno y didáctico se explica cómo pequeños organismos (bacterias), que han vivido en nuestro planeta desde los inicios de la vida, por medio de la capacidad de establecer relaciones simbióticas permanentes, pueden dar origen a formas complejas de vida. Su apuesta es revolucionaria, y por lo mismo rechazada por la comunidad científica, que defiende en forma acérrima a la teoría de la evolución clásica.

Pero la autora no se queda aquí, sino que extrapola sus ideas a una escala planetaria. Propone que la Tierra, el lugar en donde todas las formas vivas comparten los océanos y la atmósfera, puede ser visualizada como una gran unidad simbiótica. Esta propuesta se asemeja a la idea de Gaia, el antiguo nombre griego de la madre Tierra, teoría con la que el investigador James E. Lovelock modificó para siempre la forma de visualizar a nuestro hogar cósmico. En el año 1979, este científico independiente sugirió que nuestro planeta puede ser visto como un superorganismo vivo.

La doctora Margulis es una persona que no pasa desapercibida en los círculos académicos. Aunque sus teorías son discutidas -y a veces resistidas e incluso descalificadas-, poseen el mérito de ofrecer una explicación alternativa al fenómeno de la evolución biológica. Y en esta obra da un paso más allá, al extender sus ideas a una escala planetaria, lo cual las hace atractivas a las corrientes de pensamiento proclives a una visión más humanista de la sociedad y de mayor respeto por el medio ambiente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante el artículo y a la vez nos hace pensar en que la verdad de las cosas, desde el punto de vista cósmico, si somos dependientes del Sol, por lo que la teoría no está lejos de la realidad.

Anónimo dijo...

Aunque no creo que el Sol dependa de la Tierra, en fín, es materia que analizar o quizá ya esté la respuesta, no lo sé...