28 de febrero de 2011

Robonauta viaja al Espacio

Imagen Nasa

Por Hugo Jara Goldenberg


Finalmente, después de varios aplazamientos, el jueves 24 de febrero pasado fue lanzado desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral (Florida) el Transbordador Espacial Discovery (STS-133) con destino a la Estación Espacial Internacional (ISS). Será el último vuelo de esta lanzadera, tras casi 27 años de servicio. El objetivo de la misión es llevar elementos para continuar con la construcción de la Estación Espacial, pero también transportará a un curioso pasajero que habitará en forma permanente en la ISS: un astronauta androide.

Se trata de R2, un robot de aspecto humano, desarrollado en conjunto entre la Nasa y la empresa General Motors (ver imagen del androide arriba). Por ahora solo incluye la parte superior del cuerpo y se desplazará sobre una plataforma, más adelante se le agregaran las extremidades inferiores. Mide un metro desde la cintura a la cabeza y pesa (en la superficie de la Tierra) 150 kg. Su cabeza es un casco ovalado dorado con un cristal oscuro en la posición de los ojos y que corresponden a los lentes de su mecanismo de visión, compuesto por un conjunto de cámaras de video de alta sensibilidad que le permiten una observación estereoscópica. También tiene otra cámara ubicada en la boca para captar radiación en infrarrojo. Sus brazos son extensibles y sus manos y dedos emulan (y superan) el movimiento complejo de la humanas. Como dato curioso hay que señalar que su cerebro se encuentra literalmente en su estómago, ya que es ahí donde hay espacio suficiente para alojar a los 38 procesadores (cpu’s) en los que “corre” el software que controla su funcionamiento. Además utiliza una mochila en donde se alojan las baterías y otros elementos de su sistema de energía.

Al llegar a la ISS será sometido a una serie de pruebas para verificar su correcto funcionamiento en las duras condiciones del Espacio exterior, tales como microgravedad, radiación y cambios de temperatura extremos. Una vez superada esta fase comenzará a operar como un tripulante más de la Estación Espacial y será el encargado de realizar aquellas tareas complicadas o repetitivas, pero por sobre todo las más peligrosas. Incluso se espera que más adelante pueda desarrollar trabajos en el Espacio exterior (caminatas espaciales), para realizar reparaciones a la ISS.

Forma humana

Aunque los elementos robotizados se han utilizado intensamente desde inicios de la conquista el Espacio, e incluso en la misma ISS hay varios, como por ejemplo el famoso Brazo Robot (Canadarm 2), lo que hace distinto a R2 es que posee forma humana, y éste no es un detalle menor. Dada esta condición parece inevitable que la relación que establecerán los tripulantes humanos de la Estación Espacial Internacional con el androide será distinta a la que se da con otros mecanismos robotizados. La forma humanoide lo transformará en un compañero más.

Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha soñado con crear mecanismos dotados de la capacidad de razonar y pensar, ya los griegos acuñaron el término Cibernética para referirse a la auto dirección, capacidad necesaria para cualquier mecanismo que pretenda tener un comportamiento inteligente. Incluso en Europa, en la segunda mitad del siglo XVIII, en pleno período de la Ilustración, la sociedad de la época se vio convulsionada por la presencia de El Turco, un autómata que jugaba ajedrez y era capaz de ganarle a los mejores jugadores de entonces, aunque resultó ser un fraude dado que en su interior se escondía una persona pequeña que movía una serie de poleas y mecanismos, demostró el interés que produce en el ser humano la posibilidad de crear un ser artificial y de interactuar con él. De hecho, los escritores de ciencia ficción han sabido plasmar esta fascinación y han incluido a robots como protagonista de muchos de sus relatos. Incluso Isaac Asimov en una de sus novelas enunció las Leyes de la robótica, que todo androide debe cumplir.

Estas leyes son:

1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano sea lesionado.
2. Un robot debe obedecer las órdenes recibidas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no sea incompatible con la Primera Ley o la Segunda Ley.

Los Robots y la colonización del Espacio

Aunque hace ya más de 53 años que se inició la Era Espacial, parece ser que la colonización del cosmos, dada nuestra actual tecnología, no será una tarea fácil para los seres humanos. El solo pensar que el viaje ida y vuelta al planeta Marte tomará varios años (y a la estrella más cercana demoraría cerca de cien mil años), además de la ingente cantidad de energía necesaria para proteger a nuestros frágiles cuerpos de las condiciones extremas que imperan en el espacio exterior, nos confirma que no seremos nosotros, sino los robots, herederos de nuestra inteligencia y conocimientos, los llamados a abandonar la cuna y proyectar a nuestra especie en el cosmos.

El científico y escritor de ciencia ficción Arthur C. Clark señalaba que la breve historia de los vuelos espaciales interplanetarios, con los humanos aventurándose, durante más de una generación, no más allá de unos cientos de kilómetros sobre la superficie de la Tierra, y las naves robotizadas llegando a casi todos los rincones del Sistema Solar, es señal inequívoca del papel relevante, por no decir protagónico y exclusivo, que tendrán los robots en la conquista del Espacio.

Y esto lo hemos visto ya en la ciencia ficción, en donde se pueden mencionar, entre muchos otros al robot B-9 de los Robinson, en Perdidos en el Espacio (a quien el inefable Dr. Smith llamaba “pedazo de chatarra inútil”); o el Comandante Data de Viaje a las Estrellas, y por supuesto los inolvidables R2D2 (Arturito) y C3PO de La Guerra de las Galaxias.

Pero el androide R2 no es un robot de ciencia ficción, es real y el primero de una larga serie que inevitablemente lo sucederá. Aunque no posee el nivel de inteligencia artificial de sus parientes del celuloide y el papel, ya que todo su actuar está programado y en la práctica será algo así como una herramienta multipropósito móvil, su presencia en el Espacio tendrá un efecto psicológico importante, no solo en sus compañeros astronautas, sino en toda la humanidad. Quizá si con R2 se comience a hacer realidad aquello que predijo Arthur C. Clarke cuando señaló que en el futuro la evolución biológica será reemplazada por la evolución tecnológica, transformando al Homo Sapiens en la Machine Sapiens.

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