Por
Hugo Jara Goldenberg
Conocida
es la fascinación que provoca en nuestra imaginación la posibilidad de
construir androides, es decir robots de apariencia humana. Desde tiempos
inmemoriales ha habido ejemplos de ese sueño de crear artilugios que no sólo se
parezcan físicamente a nosotros, sino que también imiten nuestra inteligencia. Ya
en la mitología de la antigua Grecia aparecen seres artificiales como aquellas doncellas mecánicas construidos
por Vulcano, el herrero del Olimpo, o un robot movido por vapor propuesto por
el filósofo Herón de Alejandría, y también
Leonardo da Vinci diseñó un androide. Entre
muchos otros ejemplos tenemos a conocidos personajes de ficción como Pinocho,
el hombre de hojalata en el Mago de Oz, y como no mencionar a aquellos
entrañables personajes del celuloide como R2D2 (Arturito) de La Guerra de las
Galaxias o el inefable B-9 de Perdidos en el Espacio. Pero todos estos
androides no son más que personajes mitológicos o de fantasía, lo que nos
confirma que este sueño de construir robots humanoides no ha sido más que una de
las tantas quimeras que nos han acompañado como especie.
Sin
embargo, a mediados de los años 50 del siglo pasado, con el nacimiento de las
tecnologías de la computación e
informática, aquel sueño milenario parecía que por fin podría hacerse realidad.
Alan Turing, el famoso matemático inglés considerado como uno de los padres de
la computación, especuló sobre la posibilidad de construir artilugios
inteligentes, e incluso propuso una prueba (el famoso “Test de Turing”) que
debían sortear las máquinas para demostrar que pensaban en el sentido humano.
En
aquellos lejanos años surge como disciplina científica la Inteligencia Artificial (IA),
y entonces había mucho optimismo en que ya a fines del siglo XX se dispondría de
máquinas inteligentes en el más amplio sentido de la palabra, es decir de
artilugios mecánicos que pensaran y actuaran igual que el ser humano. Pero
llegamos al mítico año 2001, y ya transcurrida una década del siglo XXI, vemos
que estamos igual de lejos de alcanzar esa tan anhelada meta que hace sesenta
años.
Para
muchos no resulta fácil comprender las profundas limitaciones que poseen los
computadores, ya que a pesar de los impresionantes avances que permiten que estas
máquinas efectúen millones de cálculos por segundo, dispongan de memorias de
alta capacidad, corren software que pueden resolver los más intrincados
problemas matemáticos y le ganen incluso al campeón mundial de ajedrez, en
esencia son sólo “máquinas tontas” que resuelven los problemas por “fuerza
bruta”, es decir, repitiendo a gran velocidad (sin cansarse ni equivocarse
nunca) instrucciones simples provistas a través de programas computacionales. El suyo es una forma de pensamiento mecánico,
muy distinto al pensamiento humano. Para las máquinas resulta fácil realizar lo
que a nosotros nos cuesta mucho, es decir, realizar tediosos cálculos
numéricos. Sin embargo el pensamiento mecánico falla en aplicar algo que los
humanos es trivial: el sentido común.
La IA en la ciencia ficción
Mientras
los científicos continúan investigando y buscando la forma de construir
androides inteligentes, no nos queda más que recurrir a la ciencia ficción,
como el único medio para imaginar escenarios en los cuales aquellos compañeros
mecánicos sean una realidad cotidiana.
Novelas
y películas de ese género, que tratan de robots inteligentes, hay muchas, pero
quiero destacar aquí, a un film que tuve la oportunidad de ver recientemente y
que me sorprendió gratamente. Se trata de EVA, una película española del año
2011, del director Kike Maíllo.
Lo
primero que llama la atención es
encontrarse con una producción española que aborda a tan alto nivel esa
temática. Y esto no lo digo porque crea que la industria cinematográfica española
(y en general la latinoamericana) sea de segundo orden, sino que porque existe
el prejuicio de que ese tipo de cine es exclusivo de otras realidades, en
términos de presupuestos y tecnologías.
La
película está ambientada en la ciudad española de Santa Inés, en el año 2041,
un futuro no tan lejano, en el que los robots humanoides son ya parte de la
vida diaria. Las primeras imágenes del film nos muestran el aterrizaje de un
avión ejecutivo Beechcraft Super King Air, en el que regresa después de diez
años de ausencia, Alex, un joven ingeniero en robótica. Vuelve para completar un
trabajo que dejó inconcluso: programar las emociones de un pequeño androide,
que tiene la apariencia de un niño de 10 años.
Para
lograr mayor realismo, decide entrevistar a niños de esa edad, y de esta forma enriquecer
los algoritmos genéticos y de lógica difusa con los que espera implementar la
parte emotiva de la máquina. Y así se encuentra con Eva, una niña de 10 años
con la que establece una especial amistad, transformándose ella en el modelo
para dotar al pequeño robot de emociones y sentimientos humanos. Las cosas marchan bien, pero la trama toma un curso
inesperado y sorprendente, transformándose estos sentimientos (humanos y mecánicos) en el protagonista principal de la obra.
En
la película se hace una clara distinción entre la inteligencia y las emociones,
y se establece que son estas últimas las verdaderamente difíciles de recrear en
las máquinas. Incluso tendemos a considerar que los sentimientos y las
emociones corresponden a manifestaciones elevadas de la mente, y que son
exclusivas del ser humano, al residir en un plano distinto al material. Muchos
lo asocian a la espiritualidad y al concepto de Alma. Pero ¿es realmente así, o
es que esas manifestaciones elevadas del intelecto, no son más que estados
moleculares de nuestro cerebro, y que por lo tanto como realidad física también
se pueden recrear virtualmente mediante el software?
Las leyes de
la robótica
Al
ver película, es inevitable evocar a Isaac Asimov, y sus Leyes de la Robótica,
las cuales deben ser cumplidas por todo ente mecánico. Estas leyes son:
1.-
Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción,
permitir que un ser humano sea lesionado.
2.-
Un robot debe obedecer las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto si
estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
3.-
Un robot debe proteger su propia existencia, en la medida que esta protección
no sea incompatible con la Primera Ley o la Segunda Ley.
Y
precisamente estas Leyes están omnipresentes en la película. Ellas fueron
enunciadas para ser aplicadas rigurosamente a toda máquina autómata, pero un
ser mecánico provisto de inteligencia y sentimientos humanos ¿puede ser considerado sólo como una máquina? Y si se le acusa injustamente de violar la
Primera Ley de la robótica, y se le desconecta, ¿no estamos en presencia de un horrendo crimen?
Según
palabras del Director Kike Maíllo, “Eva es una historia emotiva que pretende
ser una lección sobre la condición humana, y también sobre la imperfección
humana”. Pero creo por sobre todo, es una historia que nos permite reflexionar
sobre el impacto que la irrupción de estas tecnologías tendrá en la sociedad
humana, y sobre cómo nos obligará incluso a replantear conceptos éticos y
morales en la relación que tendremos con estos seres mecánicos, que inevitablemente
se harán cada día más inteligentes y nos acompañarán, a partir de ahora, en el
desarrollo de la civilización, y también en nuestra evolución como especie.
1 comentario:
Complejo...De partida..ud. sabe si se a desarrollado otro sistema de lenguaje máquina..que no sea binario?...son puertas lógicas muy imitadas, negro o blanco..asi no piensa el ser humano..por otro lado por lo que leí la computacion cuántica que esta en desarrollo, permite por una caracteristica cuantica de superponer capas..(algo asi)..no solo obtener 0 o 1..sino entre 0 y 1...lo que permitiría más compuertas lógicas y mayor cantidad de datos en un nanochip...ya que no se puede reducir infinitamente estos chip...decia que los electrones por su dualidad..onda y particula..terminarián atravesando los conductos.. Y lo otro...una máquina inteligente, debería tener un base de datos inicial muy enorme..para en base a ello tomar un punto de inicio en el procesos de aprendizaje. Igual vimos la película EVA hace poco..muy interesante..
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