17 de julio de 2012

Eva y la Inteligencia Artificial



Por Hugo Jara Goldenberg

Conocida es la fascinación que provoca en nuestra imaginación la posibilidad de construir androides, es decir robots de apariencia humana. Desde tiempos inmemoriales ha habido ejemplos de ese sueño de crear artilugios que no sólo se parezcan físicamente a nosotros, sino que también imiten nuestra inteligencia. Ya en la mitología de la antigua Grecia aparecen seres artificiales  como aquellas doncellas mecánicas construidos por Vulcano, el herrero del Olimpo, o un robot movido por vapor propuesto por el filósofo Herón de Alejandría,  y también Leonardo da Vinci diseñó un androide.  Entre muchos otros ejemplos tenemos a conocidos personajes de ficción como Pinocho, el hombre de hojalata en el Mago de Oz, y como no mencionar a aquellos entrañables personajes del celuloide como R2D2 (Arturito) de La Guerra de las Galaxias o el inefable B-9 de Perdidos en el Espacio. Pero todos estos androides no son más que personajes mitológicos o de fantasía, lo que nos confirma que este sueño de construir robots humanoides no ha sido más que una de las tantas quimeras que nos han acompañado como especie.

Sin embargo, a mediados de los años 50 del siglo pasado, con el nacimiento de las tecnologías de  la computación e informática, aquel sueño milenario parecía que por fin podría hacerse realidad. Alan Turing, el famoso matemático inglés considerado como uno de los padres de la computación, especuló sobre la posibilidad de construir artilugios inteligentes, e incluso propuso una prueba (el famoso “Test de Turing”) que debían sortear las máquinas para demostrar que pensaban en el sentido humano.

En aquellos lejanos años surge como disciplina científica la Inteligencia Artificial (IA), y entonces había mucho optimismo en que ya a fines del siglo XX se dispondría de máquinas inteligentes en el más amplio sentido de la palabra, es decir de artilugios mecánicos que pensaran y actuaran igual que el ser humano. Pero llegamos al mítico año 2001, y ya transcurrida una década del siglo XXI, vemos que estamos igual de lejos de alcanzar esa tan anhelada meta que hace sesenta años.

Para muchos no resulta fácil comprender las profundas limitaciones que poseen los computadores, ya que a pesar de los impresionantes avances que permiten que estas máquinas efectúen millones de cálculos por segundo, dispongan de memorias de alta capacidad, corren software que pueden resolver los más intrincados problemas matemáticos y le ganen incluso al campeón mundial de ajedrez, en esencia son sólo “máquinas tontas” que resuelven los problemas por “fuerza bruta”, es decir, repitiendo a gran velocidad (sin cansarse ni equivocarse nunca) instrucciones simples provistas a través de programas computacionales.  El suyo es una forma de pensamiento mecánico, muy distinto al pensamiento humano. Para las máquinas resulta fácil realizar lo que a nosotros nos cuesta mucho, es decir, realizar tediosos cálculos numéricos. Sin embargo el pensamiento mecánico falla en aplicar algo que los humanos es trivial: el sentido común

 
La  IA en la ciencia ficción

Mientras los científicos continúan investigando y buscando la forma de construir androides inteligentes, no nos queda más que recurrir a la ciencia ficción, como el único medio para imaginar escenarios en los cuales aquellos compañeros mecánicos sean una realidad cotidiana.

Novelas y películas de ese género, que tratan de robots inteligentes, hay muchas, pero quiero destacar aquí, a un film que tuve la oportunidad de ver recientemente y que me sorprendió gratamente. Se trata de EVA, una película española del año 2011, del director Kike Maíllo
 
Lo primero que  llama la atención es encontrarse con una producción española que aborda a tan alto nivel esa temática. Y esto no lo digo porque crea que la industria cinematográfica española (y en general la latinoamericana) sea de segundo orden, sino que porque existe el prejuicio de que ese tipo de cine es exclusivo de otras realidades, en términos de presupuestos y tecnologías.

La película está ambientada en la ciudad española de Santa Inés, en el año 2041, un futuro no tan lejano, en el que los robots humanoides son ya parte de la vida diaria. Las primeras imágenes del film nos muestran el aterrizaje de un avión ejecutivo Beechcraft Super King Air, en el que regresa después de diez años de ausencia, Alex, un joven ingeniero en robótica. Vuelve para completar un trabajo que dejó inconcluso: programar las emociones de un pequeño androide, que tiene la apariencia de un niño de 10 años.

Para lograr mayor realismo, decide entrevistar a niños de esa edad, y de esta forma enriquecer los algoritmos genéticos y de lógica difusa con los que espera implementar la parte emotiva de la máquina. Y así se encuentra con Eva, una niña de 10 años con la que establece una especial amistad, transformándose ella en el modelo para dotar al pequeño robot de emociones y sentimientos humanos.  Las cosas marchan bien, pero la trama toma un curso inesperado y sorprendente, transformándose estos sentimientos (humanos y mecánicos)  en el protagonista principal de la obra.

En la película se hace una clara distinción entre la inteligencia y las emociones, y se establece que son estas últimas las verdaderamente difíciles de recrear en las máquinas. Incluso tendemos a considerar que los sentimientos y las emociones corresponden a manifestaciones elevadas de la mente, y que son exclusivas del ser humano, al residir en un plano distinto al material. Muchos lo asocian a la espiritualidad y al concepto de Alma. Pero ¿es realmente así, o es que esas manifestaciones elevadas del intelecto, no son más que estados moleculares de nuestro cerebro, y que por lo tanto como realidad física también se pueden recrear virtualmente mediante el software?


Las leyes de la robótica

Al ver película, es inevitable evocar a Isaac Asimov, y sus Leyes de la Robótica, las cuales deben ser cumplidas por todo ente mecánico. Estas leyes son:

1.- Un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción, permitir que un ser humano sea lesionado.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia, en la medida que esta protección no sea incompatible con la Primera Ley o la Segunda Ley.

Y precisamente estas Leyes están omnipresentes en la película. Ellas fueron enunciadas para ser aplicadas rigurosamente a toda máquina autómata, pero un ser mecánico provisto de inteligencia y sentimientos humanos ¿puede ser considerado sólo como una máquina? Y si se le acusa injustamente de violar la Primera Ley de la robótica,  y se le desconecta, ¿no estamos en presencia de un horrendo crimen?

Según palabras del Director Kike Maíllo, “Eva es una historia emotiva que pretende ser una lección sobre la condición humana, y también sobre la imperfección humana”. Pero creo por sobre todo, es una historia que nos permite reflexionar sobre el impacto que la irrupción de estas tecnologías tendrá en la sociedad humana, y sobre cómo nos obligará incluso a replantear conceptos éticos y morales en la relación que tendremos con estos seres mecánicos, que inevitablemente se harán cada día más inteligentes y nos acompañarán, a partir de ahora, en el desarrollo de la civilización, y también en nuestra evolución como especie.




1 comentario:

Unknown dijo...

Complejo...De partida..ud. sabe si se a desarrollado otro sistema de lenguaje máquina..que no sea binario?...son puertas lógicas muy imitadas, negro o blanco..asi no piensa el ser humano..por otro lado por lo que leí la computacion cuántica que esta en desarrollo, permite por una caracteristica cuantica de superponer capas..(algo asi)..no solo obtener 0 o 1..sino entre 0 y 1...lo que permitiría más compuertas lógicas y mayor cantidad de datos en un nanochip...ya que no se puede reducir infinitamente estos chip...decia que los electrones por su dualidad..onda y particula..terminarián atravesando los conductos.. Y lo otro...una máquina inteligente, debería tener un base de datos inicial muy enorme..para en base a ello tomar un punto de inicio en el procesos de aprendizaje. Igual vimos la película EVA hace poco..muy interesante..