10 de junio de 2007

¿Aló, me escuchas en el más allá?

De entre los mayores misterios que inquietan a los seres humanos, sin lugar a dudas que un lugar destacado lo ocupa el enigma de la muerte, y la posibilidad de establecer contacto con el espíritu de personas ya fallecidas.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 10 de junio de 2007.
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Desde tiempos inmemoriales, los misterios del más allá han seducido y la vez perturbado la imaginación de la humanidad, no en vano todas las culturas crearon ceremonias para establecer comunicación con los dominios de ultratumba. El contacto con los difuntos era para los pueblos antiguos, un medio para acceder a un plano más trascendente de la existencia al mantener vivo el recuerdo de sus antepasados y también la manera de cumplir un sueño profundamente arraigado en la especie humana: adivinar y predecir el futuro.

A partir del siglo XIX, estos rituales viven un resurgimiento, y adoptan la forma como se le conoce actualmente, es decir un grupo de personas que se reúnen en una sesión dirigida por un médium, el heredero de los antiguos hechiceros o chamanes. Tanto en EEUU como en Europa estas prácticas causan furor y la moda no tarda en llegar a Chile. Rápidamente la sociedad de la época es testigo de la proliferación de grupos que se inician en estos ritos misteriosos. Los detalles de la introducción de esas experiencias en este rincón del mundo, los podemos conocer en el libro “Voces de ultratumba; Historia del espiritismo en Chile” (Aguilar Chilena de Ediciones, 2006) del académico y escritor Manuel Vicuña.

A través de un relato ameno y documentado el autor, que es un especialista en historia de la cultura, nos invita a conocer las circunstancias que propiciaron la aceptación de estas prácticas en la sociedad chilena. Podremos entender cómo, para algunas personas, la posibilidad de acceder a un plano trascendente de manera simple, constituía una forma de democratizar el sentimiento espiritual, liberándolo del control rígido que le imponía la iglesia católica. Para otros se transformaba en un medio para hacer frente al materialismo excesivo que, ya entonces, empezaba a apoderarse de la sociedad. Pero, analizándolo desde una perspectiva psicológica, para la mayoría de sus adeptos, el espiritismo resultaba una actividad reconfortante, ya que entregaba consuelo y esperanza de reencuentro inmediato, ante la pérdida de un ser querido, quizá si uno de los dolores más profundos a que se enfrenta el ser humano.

Proyectar esperanzas y temores

Desde un punto de vista anecdótico, veremos cómo algunos recordados personajes de la historia, fueron aficionados a estos ritos. Entre ellos se destaca Arturo Prat, quien llevado por Jacinto Chacón, su tío materno, se transformó en un asistente habitual a esas reuniones secretas. Lo que el futuro héroe de Iquique buscaba, era comunicarse con una hija y su padre, ya fallecidos. Hay registros de esas sesiones llevadas a cabo a partir del año 1876, de las cuales se levantaron actas pormenorizadas, y que se han transformado en un testimonio escrito valioso, que permiten conocer lo que ahí ocurría. A la muerte de Prat, su viuda Carmela Carvajal continuó con estas experiencias, intentando comunicarse con él.

También es interesante el caso de la señora Victoria Subercaseaux, la viuda de Benjamín Vicuña Mackenna, quien después de la muerte de su hijo, se trasformó en una asidua participante de estos grupos y durante muchos años fue un referente de esa práctica en los círculos de la alta sociedad capitalina. Tampoco falta la referencia a más de un distinguido intelectual, que después de ser en acérrimo opositor, termina sucumbiendo a su causa.

Pero el acceso fácil e inmediato al más allá no estaba restringido sólo a las clases acomodadas, igualmente los trabajadores pudieron acercarse a sus secretos. Luis Ponce, un obrero del salitre y anarquista, se encandila con esta nueva forma de espiritualidad y termina elaborando un manifiesto que señala en una de sus partes: “….he aquí el valiosísimo concurso moral que el espiritismo aporta al triunfo del socialismo”.

A pesar de constituir un ejercicio alejado de la razón objetiva, al espiritismo no le faltan adeptos, incluso en una época como la nuestra, marcada por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Para entender las razones de estos comportamientos irracionales se pueden aventurar causas como el suponer que constituyen una válvula de escape para el ciudadano común, el cual reacciona al agobio que le impone la sociedad, con la práctica de estos rituales que le permiten proyectar sus esperanzas y temores de manera fácil y cómoda. De cualquier modo el libro del Manuel Vicuña, que es por sobre todo un trabajo de investigación histórica riguroso, nos permite comprender las motivaciones que llevan a los seres humanos a deambular por caminos, que muchas veces se alejan de lo establecido.

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