19 de noviembre de 2007

La falacia de las profecias y adivinaciones

Artículo de opinión publicado en la revista de divulgación astronómica Argo Navis (Nº14).

Por Hugo Jara Goldenberg

Las seudociencias son populares, qué duda cabe, y la principal razón por la cual un gran porcentaje de la población se deja atrapar por sus dulces cantos de sirena, obedece a que ofrecen una forma simple de comprender la realidad, además que permiten explicar ciertos fenómenos naturales, de manera aparentemente convincente, pero sin tener que someterse al rigor del método científico.

Una de las ilusiones que más adeptos atrae, es aquella que ofrece adivinar el futuro. Y esto no es casualidad, ya que conocer lo que nos depara el provenir es una aspiración que ha encendido la imaginación de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Todos los pueblos y culturas que nos precedieron de alguna forma canalizaron este deseo a través de rituales a cargo de sacerdotes, chamanes o hechiceros.

Sin embargo, con el advenimiento de la civilización y la consolidación de la ciencia como una forma objetiva de comprender el funcionamiento del mundo, se esperaría que esas creencias absurdas tiendan a desaparecer. No en vano, el desarrollo de las ciencias cognitivas (que incluyen el aporte multidisciplinario de la psicología, la filosofía, la lingüística y las neurociencias) nos han permitido avanzar en la comprensión de los mecanismos del funcionamiento del binomio cerebro-mente, y también a aceptar la imposibilidad de tales eventos premonitorios.

Es más, está demostrado que quienes dicen poseer estos poderes adivinatorios no son más que embaucadores, que utilizan técnicas psicológicas para averiguar información de sus víctimas. Preguntas dirigidas, interpretación de gestos, manejo de vocabulario, forma de vestir, entre muchas otras, son los medios a través de los cuales estos charlatanes son capaces de timar a sus crédulos clientes, revelándoles un futuro que no es más que un discurso vago y ambiguo, que entremezcla las aspiraciones y sueños de cualquier ser humano. No obstante, y a pesar de constituir un engaño flagrante, estas creencias siguen plenamente vigentes en la sociedad, a tal punto que las páginas más leídas de los periódicos son aquellas en donde aparece el horóscopo, e incluso un ex presidente de EEUU tenía a una médium que le preparaba la agenda diaria.

¿Por qué, en una época como la nuestra, marcada por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, continúan siendo comunes estos comportamientos irracionales?, la respuesta es compleja y la razón de esta paradoja va más allá de atribuirla sólo a la falta de educación de la población. Muchos piensan que la superstición constituye un medio de escape para el ciudadano del nuevo milenio, el cual reacciona al agobio y la asfixia que le impone la vida moderna, con la práctica de estas conductas que, aunque ilógicas, le permiten proyectar sus esperanzas de manera simple y cómoda.

Pero no nos debemos engañar, ya que sólo a través del rigor y la objetividad del conocimiento científico es que seremos capaces de tomar las decisiones más juiciosas en la sociedad tecnificada y globalizada del siglo XXI. Cuando ese conocimiento racional sea adecuadamente traspasado a la población toda, lograremos que las seudociencias vayan quedando en el olvido, y que ya nadie pretenda el absurdo de adivinar el futuro.