5 de noviembre de 2006

La Tierra ha vuelto a su forma original: plana (5 noviembre 2006)

El desarrollo de las tecnologías de información, de comunicación y de transporte han alterado la forma cómo los ciudadanos y los países se enfrentan al mundo. La globalización es el término usado para describir una serie de cambios que están modificando de manera dramática las reglas bajo las cuales funciona la sociedad del siglo XXI.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 5 de noviembre de 2006.

La globalización, a veces llamada mundialización, es un fenómeno que está derribando barreras naturales y fronteras políticas que por milenios separaron a los países y culturas. En este nuevo escenario, los procesos económicos y financieros de alcance global se sobreponen a aquellos de naturaleza local o regional; estableciéndose interrelaciones y dependencias de envergadura planetaria, las cuales configuran realidades geopolíticas, nunca vistas en la historia del hombre.

Aunque se trata de un concepto acuñado en la década de los 60, recién se ha consolidado en los últimos años, y podríamos decir que ha alcanzado su estado de régimen con el advenimiento del siglo XXI. Definitivamente estamos en presencia de un modelo que llegó para quedarse, y es importante que todos los ciudadanos entiendan correctamente su significado y consecuencias.

Sin embargo, a pesar de su trascendencia y aparente éxito, se trata de un fenómeno controversial, sujeto a opiniones e interpretaciones muchas veces encontradas. La globalización tiene defensores acérrimos que la ven como un proceso inevitable e irreversible, que será condición necesaria, aunque no suficiente, para acceder a un mundo mejor. También está la opinión de quienes la resisten, argumentando que es una nueva manifestación del imperialismo económico, que inevitablemente tenderá a nivelar a la sociedad, sacrificando valores culturales milenarios, los que al parecer ya no tiene cabida en los nuevos tiempos.

Por ser un tema tan candente y de permanente actualidad, en todos los rincones del mundo se realizan conferencias y congresos, en donde se analizan sus principales ventajas y potencialidades, así como también los riesgos que acarrea. Y por supuesto que se han impreso muchos libros sobre esta materia, entre ellos hay uno que se ha transformado en best seller. Se trata de la “La Tierra es plana” (mr ediciones, grupo Planeta, 2006), de Thomas Friedman, un destacado periodista del New York Times, experto en economía y política internacional, ganador en tres oportunidades del premio Pulitzer.

Chile, vecino destacado

El autor da a conocer su percepción del fenómeno de la globalización, la cual reafirmó en un viaje de trabajo que realizó a oriente, especialmente a la India y China. En su visita a los principales centros tecnológicos y productivos de estos países, fue testigo de cómo a través de los procesos de subcontratación, una de las formas como se implementa la globalización, es posible distribuir las cadenas de construcción de valor, a través del mundo. Observa cómo, por medio de video conferencia, se puede realizar una reunión de trabajo entre los creadores y diseñadores de un producto que viven en EEUU, los programadores computacionales en la India y los constructores de los componentes electrónicos que residen en China.

A continuación, presenta otros casos de servicios solicitados por personas que habitan en occidente, los cuales son efectivamente realizadas en lejanos lugares de oriente. Declaraciones de impuestos de ciudadanos de Norteamérica, el soporte en línea de productos informáticos y la venta de intangibles, entre muchas otras, son tareas realizadas en remotos países, con altos estándares de calidad y a un menor costo. Éstos, y muchos otros ejemplos, nos muestran cómo se han acortado las distancias e integrado los escenarios económicos. Cual una moderna revelación, Friedman toma conciencia que el mundo se está volviendo plano.

En el texto se plantea que la globalización ha sido posible gracias a la convergencia de diez factores gatilladores; La caída del muro de Berlín, el desarrollo de Internet, la subcontratación, la administración de la cadena de suministros, el traslado de fábricas para abaratar costos y el acceso libre a la información, entre otros, son las fuerzas responsables de este “aplanamiento” del mundo.

El autor es un convencido de las bondades de este nuevo sistema económico global y aunque muchos de sus ejemplos están enfocados a las economías desarrolladas, se preocupa de explicar qué debe hacer el resto del mundo para sacar provecho a esta nueva realidad planetaria. Así, en el capítulo dedicado a los países en desarrollo, hace una descripción bastante certera de las oportunidades que se les presentan y también de las amenazas que se ciernen sobre ellos. Como era de esperar, a Chile se le menciona como al vecino destacado de su barrio, pero rápidamente nos damos cuenta que somos puestos en nuestro verdadero lugar, cuando se hace referencia a las características que deben poseer los pueblos emprendedores: un bagaje cultural impregnado con los valores del trabajo duro y el ahorro, esto acompañado de altas dosis de paciencia, tenacidad y honestidad a toda prueba.

Aunque el libro se ha transformado en un éxito de ventas, tiene muchos detractores que lo acusan de defender un sistema inhumano. No en vano la globalización es cuestionada por una parte importante de la ciudadanía, que no olvida que su indiscutido éxito económico se logra con grandes sacrificios en términos sociales, culturales y ambientales. Y esos costos, como siempre, los asumen los países más débiles y pobres.

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