19 de septiembre de 2011

Las constelaciones


Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos se han maravillado con el magnífico espectáculo que nos presenta el cielo  estrellado, y todos los pueblos y culturas antiguas llevaron a las estrellas sus mitos y leyendas, dibujando con su imaginación figuras majestuosas e imponentes de animales mitológicos así como también de sus héroes y leyendas.

Por Hugo Jara Goldenberg


Este artículo esta disponible como podcast (archivo de audio) en el portal del Departamento de Astronomía de la Universidad de Concepción, desde donde puede ser  escuchado y descargado.


La Contemplación
del cosmos es y ha sido una actividad apasionante que desde tiempos inmemoriales ha despertado la imaginación de la humanidad. Todos los pueblos y civilizaciones ancestrales, buscaron en los cielos una explicación a lo inexplicable. Levantando la mirada hacia las estrellas, el Hombre primitivo esperaba encontrar consuelo a sus pesares y confiaba sus anhelos y esperanzas más profundas. El cielo era, en definitiva, el reino de lo desconocido y la morada de los dioses.

Pero para aquellos primeros humanos, los cielos no solo eran importantes desde una perspectiva espiritual y religiosa, sino que también lo eran porque les servían para resolver problemas prácticos y vitales para su sobrevivencia. Así, observando cuidadosamente los cielos no tardaron en percatarse de la regularidad estacional de las estrellas, muchas de las cuales durante algunos periodos desaparecen, pero inevitablemente al cabo de un tiempo vuelven a ser visibles. Algunas se observan en la época de buen tiempo, y otras en el periodo de frio.

De esta forma, las estrellas sirvieron a los primeros pueblos nómadas para determinar cuándo iniciar sus migraciones para alejarse del frio y seguir a sus animales de presa, pero también para orientarse durante sus largos desplazamientos. Posteriormente, cuando el Hombre se hizo sedentario y descubrió la agricultura, las estrellas le sirvieron para determinar las fechas de las siembras y las cosechas. Los cielos y las estrellas eran para esos pueblos antiguos un gigantesco calendario,  al que era imperioso aprender a leer y saber interpretar.

Así, con el conocimiento adquirido con estas primeras observaciones, fue inevitable que aprovechando las caprichosas formas geométricas que generaban algunos grupos de estrellas, esos pueblos arcaicos, con gran derroche de imaginación, llevaran a los cielos a aquellos personajes, leyendas y animales que formaban parte de su vida diaria y también de su mitología.

Surgieron así las constelaciones las cuales forman en los cielos figuras imaginarias uniendo mentalmente estrellas que, desde nuestra perspectiva, parecen estar cercanas entre sí.  Es algo similar al juego de dibujar figuras en un papel uniendo una serie de puntos. Como las estrellas se encuentran a gran distancia de nosotros, su movimiento propio no se percibe a simple vista y así, las posiciones relativas de ellas no cambian, permaneciendo  las figuras de las constelaciones invariables durante siglos o milenios. Pero es importante destacar que aunque las estrellas de una constelación parecen estar cercanas entre sí, en realidad eso solo ocurre por un asunto de perspectiva al encontrarse todas  en una misma línea de visión, pero realmente ellas se ubican a distancias muy diversas.

Según la tradición aceptada mayoritariamente, las constelaciones se crearon en la antigua Mesopotamia hace más de 6000 años, aunque hay evidencia arqueológica que señala que ya en la prehistoria, en períodos que se remontan a 30000 a.C., o incluso antes, las tribus de cazadores-recolectores establecieron las primeras agrupaciones de estrellas. Pero fue la cultura griega, basada en el conocimiento recibido de los sumerios y egipcios, la que les dio la forma y nombre a la mayoría de las constelaciones reconocidas actualmente.

Sin embargo, hay que aceptar que las figuras estelares de origen griego no son únicas, ya que todos los pueblos y culturas que nos han precedido, han tenido una forma propia  de comprender el Cosmos y en ese contexto, crearon sus propias constelaciones. Así, es interesante comprobar como muchas de las agrupaciones de estrellas conocidas por nosotros, en otras culturas poseían significados muy distintos.

Por ejemplo, un pueblo de aborígenes australianos veía en los cielos de primavera-verano a un enorme canguro, el cual era acechado por dos hermanos cazadores, quienes después de una tenaz persecución le daban muerte y lo asaban en una fogata, cuyas brazas se apagan al terminar el verano. Para nuestra sorpresa resulta que ese canguro corresponde a la estrella conocida como Capella y los dos cazadores son Pólux y Cástor, las dos principales estrellas de la constelación de Géminis. Algo parecido sucede con la Cruz del Sur, grupo característico de estrellas visibles desde el Hemisferio Sur, que antiguamente formaban parte del Centauro, pero que para  algunos pueblos aborígenes de Sudamérica, como los araucanos, representan la huella de un Ñandú.  La constelación del Escorpión en tanto, observable desde nuestras latitudes en la época de otoño invierno, y cuyas estrellas dibujan con sorprendente realismo la figura de ese arácnido venenoso provisto un gran aguijón, es interpretado por algunos pueblos pescadores de la Polinesia como un gigantesco anzuelo. Y así, se podrían mencionar muchos otros ejemplos que muestran como todos los pueblos y culturas representaban en los cielos a sus propios mitos y leyendas.


El Zodíaco

Si se hiciera un ranking, con toda seguridad nos percataríamos que las constelaciones más conocidas por el gran público, son las que pertenecen al zodíaco. Éstas son aquellas ubicadas en una estrecha región del cielo que pasa por el Ecuador Celeste, y corresponde a la zona por donde transitan el Sol, la Luna y los planetas, y que en astronomía es conocida como la Eclíptica. El nombre zodíaco es de origen griego y significa “círculo de animales”, ya que  precisamente todas las constelaciones ubicadas en esta zona del cielo tienen forma y reciben nombres de animales.

Aunque el amplio conocimiento popular de las constelaciones del Zodiaco permite una cierta cercanía del ciudadano común con las estrellas, lamentablemente este conocimiento se interpreta erróneamente al estar asociado con la astrología, un disciplina que no tiene ninguna base científica, y que pretende asociar el porvenir de una persona con su día de nacimiento y la constelación que predomina en esa fecha.

La astronomía y la astrología tienen un origen común, pero al surgir  la ciencia moderna ambas disciplinas se separaron y siguieron por derroteros distintos. La astronomía buscando una explicación científica de los fenómenos del Universo, y la astrología intentando predecir el futuro basándose en la superstición y en formas de pensamiento alejadas de la racionalidad.

 Es una tarea pendiente de la ciencia el intentar que las personas dejen de creer en la astrología, pero ésta no resulta ser una tarea fácil ya no se recibe la colaboración de los medio de comunicación. Basta leer un Periódico o ver ciertos programas de TV para percatarse que en un lugar destacado aparece el horóscopo, y sin embargo es muy escasa la cobertura que se entrega a la divulgación de la ciencia en general y de la astronomía en particular.


Constelaciones invertidas

Una cosa curiosa que sucede al observar los cielos, es comprender que éstos no se ven igual desde los hemisferios Norte y Sur. Así, al cruzar el Ecuador, la perspectiva como se observan los cielos cambia totalmente, y aquellas estrellas muy cercanas a los polos sólo son visibles desde su respectivo hemisferio. De esta forma, desde el sur del mundo jamás se podrá observar la famosa Estrella Polar, pero tampoco desde el norte serán accesibles interesantes objetos de los cielos australes tales como las Nubes de Magallanes o la Cruz del Sur.

Pero lo más desconcertante para los habitantes del Hemisferio Sur quizá si sea el intentar comprender el significado de la mayoría de las constelaciones, ya que aunque  las identificamos y son parte de nuestra cultura, son muy difíciles de asimilar a su interpretación original, ya que las vemos de cabeza. Un ejemplo lo tenemos en la constelación de Orión, que según la mitología griega es el hijo de Poseidón y que está representado entre las estrellas como un gigante cazador, al cual  observamos  parado de cabeza sobre el horizonte. Esta constelación es visible en nuestras latitudes entre primavera y verano, y en ella están las famosas “tres Marías”, que corresponden al cinturón del gigante. Y lo mismo sucede con todas las constelaciones que surgieron de la fértil imaginación de los griegos: ¡A todas ellas las vemos invertidas!

Sólo aquellas que están ubicadas en el extremo sur y que fueron creadas por los primeros exploradores y navegantes modernos que se aventuraron en estos territorios, las podemos de pie, tal como fueron concebidas originalmente.  Con respecto a estas últimas es importante destacar que los nombres dados a estas constelaciones, a partir del siglo XVI, corresponden a aquellos objetos y artilugios que tenían sentido para la sociedad de la época, y es así como aparecen representados en el cielo, como constelaciones, el sextante, la brújula, el telescopio, etc. Esto nos confirma que los seres humanos llevan a los cielos a aquellos objetos que tienen un significado especial para ellos, y para los navegantes de la Era de la Exploración ¿qué podría ser más importante que los artilugios que les permitían viajar por peligrosos mares y océanos con relativa seguridad?


Las constelaciones actuales

Actualmente las constelaciones están normadas oficialmente por la Unión Astronómica Internacional, conocida por la sigla IUA, la que en el año 1928 definió el concepto de constelación como cada una de las 88 regiones en que se divide la esfera celeste. De esta forma cada región del cielo está incluida en alguna constelación.

De las 88 constelaciones oficiales, la gran mayoría eran ya conocidas desde la antiguedad, y fueron compiladas durante el siglo II de nuestra Era por el astrónomo griego Claudio Ptolomeo, quien catalogó más de mil estrellas agrupadas en 48 constelaciones. Este catálogo de Ptolomeo fue utilizado por casi 15 siglos e incluía solo a las constelaciones visibles desde el lugar donde el sabio vivía, que era la ciudad egipcia de Alejandría, ubicada en la costa del Mar Mediterráneo.  Muchas otras de las constelaciones oficiales fueron creadas a partir de los siglos XVI y XVII, principalmente por los navegantes  que exploraban y recorrían los territorios ubicados al sur del Ecuador.

Es importante señalar que las constelaciones oficiales definidas por la Unión Astronómica Internacional no se corresponden exactamente con aquellas reconocidas desde la antiguedad, ya las líneas que las dividen se trazaron siguiendo líneas de coordenadas estelares, es decir de ascensión recta y de declinación. De esta forma ciertas constelaciones han sufrido leves cambios y algunas de sus estrellas han pasado a formar parte de una constelación cercana, y ellas mismas han arrebatado uno que otro astro a alguna agrupación vecina.

Como se señalaba  al principio de este artículo, las constelaciones constituyen una creación humana cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Pero a pesar del largo tiempo transcurrido y el avance de la civilización, sus imágenes fantásticas continúan embriagando la imaginación de quienes tienen la suerte de observarlas desde un lugar alejado de la ciudad.  En la oscuridad de la noche estrellada, las constelaciones surgen como figuras fantasmagóricas que nos trasladan en el tiempo y nos comunican con nuestros ancestros, confirmando que algo, profundamente arraigado en nuestros genes, nos conecta como especie con las estrellas y el Universo todo.

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