4 de noviembre de 2007

El movimiento perpetuo

Al ser humano le cuesta resistirse al embrujo de las quimeras, esto a pesar de que con el desarrollo de la civilización y el advenimiento de la ciencia, ya no debería haber espacio para sueños irracionales.


Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el Diario El Sur , el 4 de noviembre de 2007. Ver artículo...

Aun cuando ya nos encontramos en pleno siglo XXI, una parte importante de la población sigue creyendo en imposibles. La búsqueda de la eterna juventud, el deseo de vencer a la muerte o el afán de adivinar el futuro, entre muchas otras fantasías inalcanzables, continúan encendiendo la imaginación de muchos. Sin embargo, uno de los anhelos más curiosos es el que pretende lograr el movimiento perpetuo, es decir aquel que se puede desarrollar en forma espontánea. Un mecanismo provisto de tal propiedad permitiría, una vez puesto en marcha, generar trabajo por tiempo indefinido, resolviendo para siempre uno de los principales problema de la civilización: La obtención de energía.

Durante mucho tiempo, personajes de toda clase, desde embaucadores hasta sabios de reconocido prestigio, creyeron haber dado con los secretos de esta mítica quimera. La novela “El inventor de la máquina prodigiosa” (Editorial “El Ateneo”, 2007) de Laurent Flieder, nos remonta a un episodio histórico en el cual pareció haberse resuelto dicho asunto. La trama se desarrolla a principios del siglo XVIII, una época en la cual ya estaba pronta a irrumpir la era industrial, y la humanidad comenzaba a comprender la importancia de disponer de fuentes importantes de energía.

En un relato en primera persona, un anciano recapitula lejanos pasajes de su vida cuando, aún adolescente, sirvió como lacayo de Gottfried Wilhelm Leibniz (el famoso filósofo y matemático). Asistiendo a su señor, le correspondió ser testigo privilegiado de uno de las aventuras tecnológicas más controvertidas de ese siglo, tanto por las grandes expectativas depositadas en ella, como por lo dramática que resultó su realización.

Transcurre el año 1714 y el anciano Leibniz, acompañado por su joven sirviente, acepta la invitación del Príncipe de Hersfeld para visitar sus dominios. El gobernante, empeñado en construir un monumental mausoleo en memoria de su difunta esposa, tiene a su servicio a un séquito de arquitectos, albañiles y carpinteros. Entre ellos se encuentra el ingeniero Elías Bessler, conocido por construir novedosos aparatos que facilitan el trabajo de los obreros.

Fuente de energía inagotable

Pero Bessler sorprende a todos cuando presenta una máquina distinta a todas las conocidas. Se trata de un ingenio que una vez puesto en marcha, permite generar un movimiento sin fin, transformándose de esa forma en una fuente inagotable de energía. Un grupo de escépticos científicos y filósofos observan con atención el dispositivo, intentando dar con el engaño, pero no encuentran nada. El gran Leibniz, a pesar de ser conciente de la imposibilidad física de tal mecanismo, lo defiende y apoya a su inventor en una aplicación monumental que hará famoso al Príncipe anfitrión.

Sin embargo, oscuras circunstancias impiden que el anhelado proyecto se concrete. La máquina resulta destruida y hasta hoy se especula sobre su naturaleza, aunque lo más probable es que se trataba sólo de un aparato ingenioso, que minimizando el roce, lograba un rendimiento superior. Pero en ningún caso permitía el movimiento perpetuo, ya que un artilugio como ese sería imposible de construir, puesto que violaría el principio de conservación de la energía, una de las leyes fundamentales de la naturaleza.

Muchos de los hechos referidos en la obra son reales, pero al ser presentados bajo la forma de una novela, le da al autor la libertad de jugar con personajes y circunstancias. Así, además de disfrutar de un relato entretenido, tendremos la oportunidad de ver en escena a más de alguna celebridad, como a Isaac Newton, que mantenía una encendida disputa con Leibniz, por la paternidad del recién inventado cálculo o a Francois-Marie Arouet, un poeta francés exiliado al que la historia recordará como Voltaire.

El autor, Laurent Flieder, un conocido escritor y académico, consigue reproducir los acontecimientos con rigor histórico y además utiliza un lenguaje elegante que recrea magistralmente la forma de expresarse en esa época, lo cual hace mucho más atractiva la lectura. Es de esas novelas en que la intriga y la ficción no impiden aprender algo de historia y ciencia.

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