2 de octubre de 2006

¿Es la vida un juego? (3 septiembre 2006)

¿Quién no ha disfrutado en algún momento de su vida de los juegos? desde el punto de vista de la psicología éstos tienen una importancia que va más allá de lo lúdico. En los niños son fundamentales en el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales. En el caso de los adultos funcionan como modelos de fenómenos del mundo real, en los cuales hay que superar situaciones de conflicto, estableciendo estrategias de competencia y también de colaboración.

Por Hugo Jara Goldenberg
Publicado en el diario El Sur, el 3 de septiembre de 2006.

En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, los científicos John Von Neumann y Oskar Morgenstern crearon la teoría de juegos para explicar la lógica de ciertas actividades humanas. Este cuerpo de conocimientos se elaboró para resolver problemas de Economía, disciplina en la cual el éxito o fracaso de cierta acción, depende de manera importante de la estrategia elegida, y ésta va a estar condicionada al conocimiento de las decisiones tomadas por cada uno de los agentes (jugadores) participantes.

En alguna de estas interrelaciones (juegos), de naturaleza fundamentalmente competitiva, el triunfo de uno significará irremediablemente la derrota del otro, son los llamados juegos de suma cero. El ajedrez, el fútbol y la mayoría de los enfrentamientos deportivos más conocidos, son de esta categoría. Pero existen otros tipos de juegos, generalmente con muchos participantes, en los cuales el éxito depende de estrategias colaborativas, más que competitivas. Aquí, el triunfo de uno no implica necesariamente la derrota de los otros, pudiendo existir muchos ganadores, o perdedores. Son los llamados juegos de suma no nula.

La teoría de juegos se ha hecho muy popular y actualmente se utiliza no sólo en aquellas disciplinas que intuitivamente asociamos con la Economía, los números y las probabilidades, sino también en otras, relacionadas con el comportamiento social y hasta en la biología. No cabe duda, que se ha transformado en una de las ramas de las matemáticas aplicadas de mayor desarrollo en los últimos decenios y muchos científicos de frontera están trabajando en el tema. La mejor muestra de ello, es que en el año 2005 los investigadores Robert J. Aumann y Thomas C. Schelling recibieron el Premio Nóbel de Economía, por un trabajo que ayudó a una mejor compresión de los conflictos y la cooperación mediante el análisis de esta teoría.

A la vuelta de la esquina

Tratándose de una herramienta tan exitosa y que se puede utilizar en casi todos los ámbitos del quehacer humano, es natural que surja la inquietud si es también aplicable a los procesos que han determinado el desarrollo de la humanidad. O planteado de otra forma ¿es nuestra moderna sociedad la consecuencia de la aplicación a gran escala, de esas leyes? Esto es lo que creen algunos pensadores y que el escritor científico Robert Wright, plantea en el libro “Nadie pierde, la teoría de juegos y la lógica del destino humano” (TusQuets Editores, serie Metatema, 2005).

En la introducción, el autor junto con explicar de manera muy didáctica la naturaleza de la teoría de juegos, plantea una hipótesis atrevida. Señala que la evolución biológica y social que se ha alcanzado, ya entrado el siglo XXI, obedece a un destino; en otras palabras, postula que la historia de la humanidad sigue una dirección predeterminada. Una afirmación de esta naturaleza, hecha en un contexto científico, inevitablemente provoca una sensación de desasosiego y expectación, que invita a la lectura, más aún cuando Wright asegura que es posible explicar esa dirección en la vida, desde un punto de vista material y científico.

A continuación, la obra se centra en una descripción detallada de la historia de la humanidad. Así, en un recorrido cronológico, visitamos los diferentes estadios por los que ha transitado la civilización. Se analizan hitos importantes de ese avance, tales como el desarrollo de la tecnología, las formas de gobierno, las guerras y otras que determinaron el curso de los acontecimientos. En base a estos antecedentes el autor justifica la concepción de una evolución social. Posteriormente, se hace un recorrido similar, pero considerando el desarrollo de la vida orgánica, visualizándola bajo el prisma de la evolución darwiniana, pero siempre desde la perspectiva de los conceptos de la teoría de juegos.

La última parte, se transforma en una suerte de síntesis, en donde el autor expone en profundidad su hipótesis de que la humanidad, mediante un proceso evolutivo, tanto biológico como social, se dirige a una meta. Y con respecto a ese destino final, especula si acaso “no tenemos a la vuelta de la esquina, una especie de culminación social, política e incluso moral”. Wright intenta por todos los medios posibles, evitar explicaciones místicas o religiosas y recurre con frecuencia al pensamiento de científicos y filósofos del pasado, que ya anticiparon ideas como las suyas.

La proposición del autor es atractiva, pero al mismo tiempo muy controversial. Aunque es evidente que la complejidad de las estructuras biológicas y sociales aumenta con el paso del tiempo, interpretar ese progreso como el avance hacia un fin predeterminado, parece ser una especulación demasiado audaz. Pero aún así, se trata de un libro interesante que nos permitirá analizar los alcances de la clásica Teoría de la Evolución, bajo una visión más humanista y también si se quiere, más espiritual.

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