9 de enero de 2008

Carl Sagan y la búsqueda de vida extraterrestre



Este artículo fue publicado en la revista de divulgación astronómica Argo Navis (Nº 17)

Por Hugo Jara Goldenberg


Al cumplirse once años de la muerte de Carl Sagan, con satisfacción podemos observar que, al paso de los años, su legado intelectual se consolida, y que gracias a la continua reedición de muchos de sus libros, su pensamiento también puede ser conocido por nuevas generaciones de jóvenes que se encantan, a través de ellos, con las maravillas de la ciencia.

El Doctor Sagan siempre fue conciente de la trascendencia de la transmisión del saber científico, a las personas comunes y corrientes. Estaba convencido que la democratización del conocimiento de la humanidad, es una condición necesaria para alcanzar un mundo más justo. Y por dedicarse a esa tarea de divulgación, casi a tiempo completo, sacrificó mucho de su carrera profesional. Pero aun así, hizo importantes aportes al desarrollo de la astronomía, en especial en el campo de las ciencias planetarias.

En su tesis doctoral, explicó que la alta temperatura que reina en la superficie del planeta Venus (cerca de 470°C), se debe a la existencia allí de un efecto invernadero incontrolado. También estudió la dinámica del clima en el planeta Marte y fue uno de los primeros científicos en comprender la naturaleza de la compleja atmósfera que rodea a Titán, la principal luna de Saturno. Participó, además, activamente en el programa espacial norteamericano en donde, entre otras actividades, entrenó a los astronautas del proyecto Apollo, y ayudó a diseñar experimentos en muchas de las misiones interplanetarias enviadas a explorar el Sistema Solar.

Pero su atención se proyectaba a diferentes ámbitos del saber, algunos de ellos ajenos a la astronomía. Y es que Carl Sagan, más allá del científico, fue antes que nada un humanista, que concentró su esfuerzo intelectual en buscar respuestas racionales a preguntas trascendentes, tales como: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿cuál será nuestro destino? Interrogantes que invitan a la reflexión, y que desde la noche de los tiempos han acompañado a la especie humana.

Así, en la búsqueda de respuestas a esas grandes preguntas, era inevitable que su camino se cruzara con otras temáticas, que aunque más terrenales, resultan ser igualmente relevantes para el presente y el futuro de la humanidad. De esta manera, el astrónomo se transformó en un referente que opinaba, con propiedad, sobre temas tan diversos como la relación de la ciencia con el poder político, la amenaza nuclear, el deterioro del medio ambiente, el cambio climático global, el adelgazamiento de la capa de ozono y tantos otras problemas que, al paso de una década, siguen plenamente vigentes, y que por lo mismo confieren permanente actualidad a su obra y pensamiento

Vida en el cosmos

No obstante, al menos desde el punto de vista del gran público, uno de los aspectos más llamativos de su quehacer, fue la busqueda de evidencia de vida extraterrestre. No en vano, la interrogante de si estamos solos en el Universo, ha encendido por siempre la imaginación de la humanidad, y durante mucho tiempo, filósofos y pensadores han especulado sobre esta posibilidad.

Junto a científicos de distintas áreas, ayudó a crear la disciplina conocida como exobiología, la cual se encarga de la búsqueda de vida extraterrestre. Al mismo tiempo, se involucró en el proyecto SETI (acrónimo de Search for Extraterrestrial Intelligence, Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre, en español), el cual intenta captar señales de radio procedentes de hipotéticas civilizaciones que habitan en otras estrellas. Y fue uno de los fundadores de la Sociedad Planetaria, una organización no gubernamental que promueve el estudio del espacio.

Además, cuando trabajaba como colaborador de la Nasa, ayudó a diseñar los mensajes con información sobre la vida en la Tierra, que viajan hacia las estrellas a bordo de las sondas interplanetarias Pioneer y Vogager. Estas naves fueron lanzadas en la década de los 70, para estudiar los planetas externos del Sistema Solar y una vez cumplida su misión pusieron rumbo hacia la inmensidad del cosmos, y si son interceptadas por seres inteligentes, éstos sabrán interpretar esos mensajes y conocer de nuestra existencia.

Aunque ahora, ya en pleno siglo XXI, la exobiología es una actividad científica de primer nivel, no sucedía lo mismo hace un par de décadas. Durante mucho tiempo la comunidad astronómica prefería evitar esta temática, porque era fácil de confundir con algunas seudociencias, como la ufología y otras que, con gran llegada mediática, confunden a la población. Por aventurarse en estos territorios tan resbaladizos, Carl Sagan sufrió, en más de una oportunidad, descalificaciones y postergaciones.

Pero perseveraba en sus investigaciones, ya que estaba convencido que, dada la vastedad del cosmos - con miles de millones de galaxias, y en cada galaxia existiendo cientos de miles de millones de estrellas, la mayoría de ellas albergando planetas - era dable esperar, al menos desde un punto de vista estadístico, que en otros lugares del Universo, también podría haber surgido y prosperado la vida, e incluso desarrollado vida inteligente y dado lugar a civilizaciones, posiblemente más avanzadas que la nuestra.

Discutir y analizar esta posibilidad era uno de los temas que más lo apasionaba, y no podía ocultar su emoción cuando demostraba que sí era posible enfrentar este asunto, tan controversial y por muchos investigadores considerado como un tabú, desde el territorio de la racionalidad del método científico.

Cruel enfermedad

En octubre de 1994, la Universidad de Cornell organizó un simposio para conmemorar los sesenta años de vida de Carl Sagan y por supuesto que una de las áreas temáticas que se discutió en dicho evento, fue el referido a la exploración planetaria y vida en el cosmos. Aunque ya no era el joven de antaño, continuaba trabajando con la misma vitalidad de siempre, sin embargo, a comienzos de 1995 su existencia sufrió un vuelco inesperado. Se le diagnosticó un mal incurable (mielodisplasia), enfermedad contra la cual luchó, con entereza y optimismo, por una mejoría que nunca llegó.

Y por esas ironías del destino, es a partir de ese año 1995, tan dramático para él, que la exobiología se comenzó a consolidar definitivamente. Una serie de eventos y descubrimientos realizados a partir de entonces, junto con dar a esta disciplina el empuje definitivo, demostraron la validez de su postura pionera.

En primer lugar, el hallazgo, a partir del año 1995, de planetas orbitando alrededor de otras estrellas, fue la confirmación de que los sistemas planetarios son comunes en el Universo. Y si en la Tierra pudo surgir y evolucionar la vida, entonces es válido suponer que en alguno de esos exoplanetas, recién descubiertos, también podría haber sucedido lo mismo.

Un segundo hecho que contribuyó a consolidar la exobiología, fue el renovado programa de estudio de nuestro Sistema Solar, iniciado a mediados de los años 90. Gracias a una nueva generación de ingenios espaciales, ha sido posible explorar in situ, algunos cuerpos de nuestra vecindad cósmica, que poseen características y propiedades aparentemente compatibles con la vida. Actualmente las sondas robots (que se han transformado en nuestros representantes en la exploración del cosmos), están recorriendo el planeta Marte y comenzarán el estudio de algunas lunas de Júpiter y Saturno, las cuales poseen características que se asocian al surgimiento de la vida en la Tierra.

Laboratorios de exobiología

Así, los satélites jovianos Io y Europa (con sus erupciones volcánicas y su superficie cubierta por un océano, respectivamente) y Titán, la mayor luna de Saturno, (que posee una atmósfera densa de composición muy similar a la que tenía nuestro planeta cuando surgieron las primeras formas de vida), son considerados verdaderos laboratorios de exobiología, y serán el destino de espectaculares misiones espaciales, como la nave Cassini, lanzada en el año 1997 y que comenzó a estudiar al gigante de los anillos, a partir del año 2004 e hizo descender en Titán, a la sonda Huygens, en enero el año siguiente.

En sus años postreros, Carl Sagan supo del descubrimiento de los primeros planetas extrasolares y conoció los nuevos planes de exploración del Sistema Solar. Y aunque él no iba a estar presente para conocer los resultados de estas nuevas líneas de investigación y experimentación exobiológicas, en lo más íntimo de su ser seguramente sintió la satisfacción de haber contribuido a abrir el camino de la búsqueda de vida en el cosmos.

Después de luchar valientemente contra un mal implacable, Carl Sagan falleció el 20 de diciembre de 1996. En sus últimos años, y con la enfermedad a cuestas, trabajó intensamente en lo que más lo apasionaba: La divulgación de la ciencia. También pudo participar en la preparación de la película Contacto, basada en su novela del mismo nombre, y en la cual abordaba la temática del encuentro con una civilización extraterrestre. (Esta película, protagonizada por Jodie Foster, fue estrenada en el año 1997).

La especie humana, utilizando a la ciencia y la tecnología, continuará intentando encontrar respuesta a la interrogante vital, de si estamos o no solos en el Universo. Y en esa búsqueda estará siempre presente el recuerdo imborrable de Carl Sagan, un científico y humanista excepcional que, como pocos, hizo de su existencia un apostolado de la ciencia.

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