11 de agosto de 2006

Más allá, la visión de las sondas interplanetarias (4 septiembre 2005)

Uno de los pioneros de la astronáutica dijo una vez: “El planeta Tierra es la cuna de la inteligencia, pero no se puede vivir eternamente en la cuna”; este pensamiento expresa de manera muy precisa y poética la fascinación que produce en la especie humana el Cosmos, sentimiento que nos hace, no sólo conformarnos con mirar hacia las estrellas con instrumentos cada día más poderosos sino que también nos empuja a viajar, a adentrarnos en los dominios del espacio sideral.

Por Hugo Jara Goldenberg

Publicado en el diario El Sur, el 4 de septiembre de 2005.


En los comienzos de la conquista del espacio, las expectativas eran muchas, en sólo una década pudimos llegar a la Luna; el futuro se veía promisorio. Una película, reflejando muy bien el espíritu de la época, hacía referencia al lejano año 2001 como la culminación de la presencia humana en el Espacio: bases lunares, turismo espacial, hoteles en órbita terrestre y viajes tripulados interplanetarios, entre otras conquistas tecnológicas, serían cosas cotidianas. Sin embargo, ya sobrepasado el mítico año 2001, nos percatarnos que desde hace más de tres décadas (última misión Apolo a la Luna en el año 1972), la presencia humana en el espacio se ha limitado a misiones de órbitas a baja altitud alrededor de la Tierra. ¿Significa esto que debemos sentirnos defraudados? La respuesta, evidentemente es que no ha sido un fracaso, y si bien no hemos ido personalmente muy lejos, sí lo han hecho nuestras representantes: las sondas interplanetarias, las cuales han explorado casi todo el Sistema Solar.

El testimonio de esa aventura, es lo que podemos disfrutar en el libro “Más allá, la visión de las sondas interplanetarias” de Michael Benson. Se trata de una obra conmovedora, la experiencia de recorrer sus páginas es similar a la de observar una noche estrellada alejado de la ciudad: no podemos evitar que nos invada una sensación que entremezcla la emoción y el asombro. Uno a uno podemos visitar cada uno de los integrantes de nuestro Sistema Solar. Imágenes inéditas de la cara oculta de la Luna. Nuestro planeta, la Tierra, fotografiada por la sonda Galileo, en su vuelo de travesía hacia Júpiter. Las imágenes y cartografías obtenidas por radar de Venus, un infierno que soporta en su superficie temperaturas de 500º C. La gran cantidad de imágenes del planeta Marte, cuyos relieves geológicos sugieren la existencia de antiguos cauces de agua, y que abre la posibilidad de que albergue alguna forma de vida, o que lo haya hecho en el pasado. El paso por el cinturón de asteroides nos muestra como debe haber sido nuestro Sistema Solar en el momento de su formación. La visita a los planetas gaseosos gigantes, está centrada en el estudio de sus satélites naturales. En el sistema joviano veremos cosas curiosas, como la erupción de un volcán en la luna Io, o la superficie congelada de la luna Europa, bajo la cual existe un océano líquido, que en un futuro no muy lejano, será visitada por una nave robot, que se sumergirá en sus profundidades en busca de señales de vida. Cautivador resulta observar las fotos de los anillos de Saturno, no podemos dejar de evocar a ciertas obras surrealistas o aquellas enigmáticas figuras que surgen de la geometría fractal.

Viaje a las estrellas

Pero el encanto del libro no sólo está en las fotos, destacable es también el prólogo a cargo de Artur C. Clarke, quien plantea una idea que puede parecer desconcertante. Invocando a Nietzsche, quien en una ocasión dijo: “el ser humano es una cuerda extendida entre lo animal y lo sobrenatural”, Clark especula sobre la posibilidad de que estos inventos tecnológicos se conviertan en nuestros sucesores, y la evolución biológica sea reemplazada por una evolución tecnológica. Con respecto a esto señala: “Tal vez la inteligencia y la creatividad sólo surjan de la vida orgánica, puesto que los seres vivos son los únicos capaces de evolucionar de organismos simples a complejos……, pero aunque emerjan en forma exclusiva de la vida, tal vez puedan aprender a valerse solas sin la frágil base biológica que ahora precisan, y el mayor estímulo para el desarrollo de inteligencia mecánica lo constituye el desafío del espacio”.

La colonización del cosmos, dada nuestra actual tecnología, no es posible para los humanos orgánicos, el solo pensar que el viaje ida y vuelta a la estrella más cercana demoraría cerca de cien mil años, además de la ingente cantidad de energía necesaria para proteger a nuestros frágiles cuerpos de las condiciones extremas que imperan en el espacio exterior, nos confirma que serán las máquinas, herederas de nuestra inteligencia y conocimientos, las llamadas a abandonar la cuna y proyectar a nuestra especie en el cosmos. Clark señala que la breve historia de los vuelos espaciales interplanetarios, con los humanos aventurándose, durante más de una generación, no más allá de unos cientos de kilómetros sobre la superficie de la Tierra, y las naves robotizadas llegando a casi todos los rincones de nuestra vecindad cósmica, es señal del proceso evolutivo que va desde el Homo sapiens hasta la Machina sapiens.

En resumen, estamos en presencia de un libro imperdible, que a la profunda belleza estética de las imágenes, agrega interesantes reflexiones filosóficas sobre el futuro de nuestra especie. También nos invita a valorar el privilegio del que gozamos al poder disfrutar, en la comodidad de nuestro hogar, de imágenes que habrían sido el sueño de muchos científicos ya desaparecidos. ¿Qué cara habría puesto Einstein si hubiese podido hojear este libro? (Editorial Blume, 2003)

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